sábado, 30 de abril de 2022

Mujer Aymara y feminismo

 

Por: Pablo Velásquez [1]


Hace un tiempo alguna “feminista” criticó al indianismo como simplista por su concepción sobre la mujer.  Más allá de esa opinión, quedó en claro que no existe una posición indianista (katarista) manifiesta sobre la cuestión de género, o si se prefiere, un “feminismo indianista”.

Ya que ninguna indianista o katarista (si las hay) se atreve a responder, tomo la tarea de iniciar la discusión sobre algunas cuestiones centrales. Está claro que no puedo abordar todo lo necesario, ni agotarlo, y que me restringiré a hablar sobre la mujer Aymara.

Para entrar en el tema, relataré un hecho que no podría ser catalogado como un caso de “mujer oprimida”.

Un día en el transporte público en la ciudad de El Alto, me embarqué en los minibuses que suelen transitar allí. Una vez lleno de pasajeros, un hombre algo común se sentó a mi lado. Se lo notaba apresurado y con algunos papeles en la mano. De repente, recibe una llamada. Tomé interés al oír dos cosas significativas. Primero, conversaba con una mujer, que en definitiva lo mal-trataba como a un vasallo, y segundo, se hablaba de transacciones de mucho dinero como 20 mil a 30 mil. La mujer decía en tono fuerte y molesto: ¡dónde fuiste inútil¡, quién va ver la tienda, debías enviar a la juanita a que vaya, ¡para que vas a perder el tiempo allí¡. El hombre replicaba: estoy yendo a cobrar, tengo que dar la factura. Ella repetía: ¡este sonso¡, un verdadero inútil es. Volvé rápido. ¿Cuánto es la factura? Él: Es 24 mil. Ella, es 28, ni eso sabes. Que me hagas perder, vas a ver que te voy a hacer.  Y así siguieron. La mujer colgó el teléfono. Después de un momento, vuelve a llamar otra mujer. Ella dice, más tranquila: papi, la mamá dice cuánto es la factura, mientras la otra mujer gritaba de fondo: ¡preguntale a ese sonso¡. Finalmente, toma el teléfono y pregunta: ¿Dónde estás?, baja ahora mismo y vas a volver. El hombre no dice más, y tan sólo obedece.

Este hecho es significativo por dos razones. Primero, la mujer ejerce el papel dominante y violento, y segundo, no es una mujer pobre.

Aunque se tenga estudios superfluos sobre la burguesía aymara emergente (qamiri), se sabe que tiene rostro de mujer; ella manda, dispone; y el hombre es tan solo un complemento secundario, un empleado más. Aunque este episodio sea breve, no concuerda con la descripción de la “mujer oprimida y pobre” del “feminismo blanco”, que a veces se repite sin mucho criterio. Una cualidad del colonialismo que también afecta a la cuestión de género.

Ciertamente, también está el extremo de mujeres aymaras sometidas y violentadas, sobre lo que abunda información y no trataré aquí.

No obstante, ambos casos abren la discusión sobre la supuesta posibilidad de sororidad entre mujeres de distintas clases sociales y orígenes culturales.

El feminismo tiene varias corrientes, desde las más razonables hasta las extremistas.  Desde luego, así como no se puede apoyar, ni alentar la misoginia (odio a las mujeres), tampoco la misandria (odio a los hombres). Entre ellas, tenemos las posiciones críticas como el feminismo negro, con su representante: Angela Davis, de la cual tomaré algunas ideas para aplicarlas a nuestro contexto.

Básicamente, ella insertó en la discusión el “racismo discreto” del “feminismo blanco” en el contexto colonial norteamericano.

Asumo que esta lectura no ha sido considera en la discusión de género en el mundo colonial boliviano, ya que no encuentro referencia al respecto. La triple discriminación hacia las mujeres indias es muy similar al de las mujeres negras. ¿Por qué no se hará algo como el feminismo negro en estas tierras?

Mujeres aymaras y hombres

“Es mejor ser esclava de un hombre blanco educado que de uno negro degradado e ignorante”[i] Esta era la opinión de Elizabeth Stanton en 1865 sobre la crucial cuestión de la participación del voto de los negros, justo en el momento en que era: “la hora de los negros” en EE UU.

Así como es la hora de los indios en Bolivia, la opinión se asemeja en los círculos “feministas blancos” en nuestro contexto.

Preguntemos: ¿el hombre aymara es igual de machista al “hombre blanco”? ¿Están en las mismas condiciones de ejercer el machismo?

También cabe preguntar: ¿dentro del patriarcado los hombres tienen los mismos privilegios en tanto las mujeres? Pensemos aún más: ¿un hombre aymara pobre, y hasta quizá rico, podría tener los mismos privilegios o ventajas sobre una mujer blanca en Bolivia? (ejemplo basado en los núcleos económicos del país). Resulta poco usual. El asunto se complejiza más si revisamos el problemático mestizaje.

De acuerdo al pequeño relato con que iniciamos, al parecer no puede establecerse una generalización.

Es más, un tipo de “feminismo blanco”, ha denunciado, ha creado el mito del “violador negro”. Tal se replica en nuestra región, como el “violador indio”.

Sin embargo, este asunto ha sido esclarecido por el feminismo negro de la siguiente manera:

“El mito del violador negro de la mujer blanca es la réplica del mito de la mujer negra descarriada. Ambos están concebidos para exculpar y facilitar la perpetuación de la explotación de los hombres y de las mujeres negras”[ii]

¿Cómo debería responder la mujer aymara ante similar situación?

Evidentemente, no se puede negar la violencia existente en el núcleo familiar y de relaciones aymara. Pero generalizar el machismo con las mismas cualidades en hombres de distinto estrato cultural no es adecuado. Más considerando cuando se usa como arma de opresión colonial. En este sentido, el “racismo es sustento del sexismo”.

Entender los altos índices de violencia tendrá que ver con más aspectos que el simplismo “blanco” de crítica al patriarcado.

En colación a este caso, se acusa también al indio de preferir a la mujer blanca que a la india. Y esto ha sido recurrente.

El asunto de trauma psicológico colonial fue bien expuesto por A. Memmi y F. Fanon. No obstante, se ha hecho eco de esto con otro propósito por un tipo de “feminismo colonial”.

“El negro [indio] alberga un deseo incontrolable  de mantener relaciones sexuales con la mujer blanca”[iii]. Y este fue el argumento para justificar su bestialidad y por consiguiente su linchamiento.

Salvando las diferencias, no se puede aplicar en la actualidad un linchamiento físico, pero sí el mediático. Existen varios ejemplos de cómo se han destruido o intentado destruir movimientos indios, con o sin razón, con este justificativo.

¿Por qué el indio (la india) prefiere al blanco(a)? ¿Esto desmerece al indio y su movimiento?

Mujeres aymaras y otras mujeres

Otro asunto no discutido es el de la diferencia entre mujeres aymaras y otras mujeres. Las que tienen el poder como las blancas y las que comparten la opresión colonial, las del oriente y las negras.

“Para usted señorita Anthony es perfectamente tratar a los negros como seres iguales, pero yo me niego a tomar un dictado de una mujer de color”[iv]

¿Cómo debería responder la mujer aymara ante similar situación?

Hace un par de años atrás, salió en un medio periodístico una fotografía de una modelo magnífica y una mujer del norte Potosí, con una frase que más o menos rezaba así: “mundos distintos, pero con la misma opresión patriarcal”. Esta absurda comparación suele también ser repetida sin más, a sabiendas que la mujer aymara no goza ni tiene las mismas condiciones de vida que la “mujer blanca”.

Y aunque las cosas vayan cambiando de acuerdo al contexto, la mujer blanca, que además es modelo, no solo que probablemente no sufre a causa del patriarcado, sino que se beneficia de él. 

No estamos en la época de la ex miss Bolivia que distinguía “hay blancas, altas, que saben inglés…” ni tampoco es generalizada la escena final de la película de zona Sur, donde una mujer aymara le compra la casa a la mujer blanca. Sin embargo, es evidente que las mujeres aymaras no sufren el patriarcado de la misma manera que las blancas. Aquí la supuesta sororidad no aplica llanamente. El patriarcado se halla mediado y condicionado por el colonialismo.

Hay una diferencia que se oculta o se encubre para no deslegitimar la sororidad, porque también existe racismo entre las mujeres ( y quizá más feroz).  No es solo coincidencia que el índice de violencia sea mayor en el mundo rural y periurbano indio. Ni tampoco que los movimientos feministas estén guiados por mujeres “blancas”.

Con respecto a la doble o triple discriminación, la mujer aymara sobrelleva, además, el peso de su cuerpo, no solo por el estereotipo de cosificación de la” mujer perfecta” que se hace difícil alcanzar, sino porque sencillamente se hace casi imposible considerando los rasgos fenotípicos, es decir, implica el cambio de raza.  Por eso mismo, tenemos un certamen de belleza para unas y otro distinto para otras. Quizá aquí puede aplicar también la solución de la negritud norteamericana: black ist beatiful. Otro asunto pendiente.

Pero parece muy complicado hablar sobre el cuerpo y la belleza. Primero, porque las mujeres "blancas" se escandalizan cuando su “belleza” no es la primera consideración, segundo, porque las aymaras también se escandalizan cuando se trata de establecer un canon de belleza propio. ¿Imitando a las primeras?

Sobre la cuestionante de las “blancas”, no es muy difícil de comprender, no aceptan perder el privilegio que tienen. Pero ¿por qué cuestionan las mujeres indias?

Mujeres aymaras y mujeres aymaras

Por último, pero no finalmente, es necesario distinguir en su variedad a la warmi aymara, que desde luego no es un conjunto uniforme.

Se puede realizar la siguiente clasificación: la campesina, del altiplano y la colonizadora (Yungas, Chapare, oriente); la profesional y la comerciante. Dependiendo de la locación y su actividad, el grado de sufrimiento o empoderamiento varía.

Volviendo al inicio, es notable la diferencia de un tipo de mujer aymara que no solo no sufre el machismo, sino que se empodera y quizá vive un “matriarcado”.

Allí, por ejemplo, al igual que en los hombres, la diferencia económica y social no importa tanto, pero sí el carácter o la personalidad. Así como describe Darwin al macho alfa, estamos frente a una matrona, una mama huaco.   De ella no tenemos estudios necesarios desde la teoría de género.

¿Cuáles serían?

Un ejemplo histórico de esta mujer fue Bartolina Sisa, y, sobre todo, Gregoria Apaza, la generala Aymara. Pero también existen muchos ejemplos y experiencia en diferentes grupos sociales. Experiencia de la es necesario abstraer lo significativo.

Esto no quiere decir que no se deba hablar, informar y denunciar los asuntos de las mujeres que sufren el patriarcado y el racismo, sino un cambio de perspectiva, donde también se valore e incentive a la mujer que, pesar de todo, logra imponerse.

Para concluir, se comprueba que existe un tipo de “feminismo blanco” cómplice con el colonialismo, que no representa cabalmente a la warmi Aymara; razón por la cual se debe re-pensar una teoría del género desde la warmi Aymara para ella misma.   Pensar en el cómo conectar la cuestión de nación con la de género. Pero no tan solo para ella, porque, aunque resulte inconveniente y difuso, el mundo Kolla/Aymara es uni-dual.

¿Qué impide a las aymaras pensar por sí mismas y proponer una teoría de género propia?

Ojalá estas palabras y preguntas sirvan de incentivo para un prolífica discusión y diálogo pendientes.



[1] Estudio filosofía y es  precursor del Nacionalismo Aymara



[i] Davis, Angela. Mujeres raza y clase. Madrid: Akal, 2005. pg. 77

[ii] Ídem pg. 177

[iii] Ídem pg. 183

[iv] Ídem pg. 115

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