viernes, 2 de diciembre de 2016

Prolegómenos del  Nacionalismo Aymara

Por: Pablo Velásquez Mamani[1]

El pasado 15 de septiembre  del año en curso se presentó  un libro denominado: Estado Federal Aymara de Kawi Castaya, texto que por primera vez es el intento de presentar y fundamentar el Nacionalismo Aymara[2].
La idea nacionalista étnica no es nueva, y es algo en que la generación actual “indianistas-kataristas” confluye, pero desde diferentes perspectivas.
Sin embargo, esta propuesta necesita de mayores argumentos para lograr su objetivo. Motivo por el cual me veo en la necesidad de presentar algunas premisas iniciales y perfectibles al respecto, no sin entrar en debate y provocación con los contrarios al aymara.

El legado del indianismo y katarismo
Hace un par de meses en un artículo breve, dejé por sentado, que el indianismo y katarismo  son ideologías de transición, aún vigentes, aún útiles, pero inacabadas.
No obstante, son la cimiente del nacionalismo Aymara,  ideologías proto-nacionalistas.  Y como discurso (acción) inicial tiene limitaciones pues son hijos de su tiempo y su perspectiva.
Ambas hablan del aymara, el indianismo del kechua-aymara, el katarismo del  kolla (aymara-kechua).
Por lo último puede deducirse que entre los las distintas vertientes de indianismos y katarismos, asumimos dos como las más importantes. Esto en el entendido de la construcción de una teoría política. Desde luego, nos referimos a Fausto Reinaga en el indianismo y Fernando Untoja en el Katarismo.
Las proposiciones fundamentales redimibles de ambos: la liberación India y la hegemonía Kolla, existe una continuidad e influencia innegables para el buen lector y entendimiento, a pesar de la tozuda insistencia en diferenciarse  personalidades y subjetividades.
Se advierte que la liberación india, mediante la constitución del poder indio, y su oposición: indio-blanco, habla y busca la nación india (kechua-aymara). Cuando Reinaga habla del indio dice: “el indio no es una clase social, el indio es una nación”
La hegemonía Kolla, la lógica del ayllu y su rivalidad, identifica mejor a la nación: la Aymara (kechua) o Kolla. Cuando Untoja explica lo Aymara, lo hace en términos de: “la nación Aymara”
Sin duda, es evidente el tratamiento y el fundamento de la nación en nuestros dos autores. Pero ni Reinaga ni Untoja llegan a ser nacionalista Aymaras.

Nación y globalización: más allá de la lengua
Dos de las peroratas más usadas para contradecir al nacionalismo se refieren: a la globalización y la lengua.
Estas superficiales controversias se deben a la incomprensión de lo evidente y la aparición de mitos contemporáneos.
El fundamento del mito de la globalización significa la suposición de la ciudadanía universal. Y la imposibilidad de sociedades cerradas.  Pero la ciudadanía universal, no es más que la otra cara de la moneda y el extremo del provincialismo.  No existen sociedades cerradas, ni ciudadanía universal, son solo pretensiones.
El mundo actual está compuesto por naciones y su organización de Estados, y su máxima representación son la Naciones Unidas. Esa es una constatación sencilla e inobjetable, y los discursos exacerbados o reduccionistas son tan solo especulaciones antojadizas.
En la antigüedad, en el medievo, en la modernidad, y en la actualidad se supuso una  globalidad territorial. Naciones aparecen  y desaparecen; la ilusión de que la historia está acabada no puede darnos un norte de movimiento. Sino implica las condiciones de nuestra época, y la capacidad de adaptación a estas circunstancias.
La nación Aymara ha demostrado capacidad para esa adaptación, y potencialidad para desarrollarse.
Toda nación busca su Estado propio. La nación aymara busca su soberanía política, busca su Estado Aymara, para existir y aportar a este mundo.
Muchas veces se reduce la nación a la lengua, pero la historia mundial, ha demostrado que la lengua es un elemento más de la nación.
Se pregona que el aymara que no sabe hablar la lengua aymara, jaqe aru, ya no es aymara. Incluso que el que no es campesino, ya no es aymara. Y reduce al aymara a una simple clase social, o una determinación culturalista. Tales aseveraciones no comprenden qué es la nación Aymara y buscan la negación de lo aymara y su “avance”, para excusarse e instrumentalizarlo como: mestizo, campesino o proletario.
Pero el aymara en la actualidad, se halla mayoritariamente en las ciudades y es mayoría poblacional, se dedica al comercio y la manufactura, habla varios idiomas, tiene estudios superiores, y viaja por el mundo, es decir el aymara está globalizado, es moderno.
Muchos de ellos ya no manejan la lengua originaria, usan el castellano, el inglés para transmitir sus ideas y demandas, usan el mandarín, el portugués para hacer negocios, pero no por ello dejan de ser aymaras, solo  utilizan otras lenguas para progresar y crecer, como otras naciones también lo han hecho.
La nación no solamente es la lengua, es muy importante ciertamente, pero no lo es todo. Si se hace la inversión lógica o parangón a otros contextos, podrá notarse la falacia.
Entonces la nación Aymara es más que la lengua, y el aymara es un ser moderno y globalizado. El aymara “hablará” plenamente su lengua y “existirá” en el mundo cuando tenga su propio Estado.

El nacionalismo aymara y sus cualidades
La historia de los nacionalismos es tan diversa como la cantidad de naciones. Pero cierto es que nos hallamos en un mundo de naciones (Estado).
Podemos hallar naciones tan tradicionales y de larga data como la India o la China, Modernas con un criterio de autoidentificación como la Suiza, descolonizadas como Sudáfrica, de combinación entre tradición y modernidad, como Pakistán, Japón y Corea, o federadas como EE.UU.
Toda nación busca su camino de constitución, su nacionalismo. Porque el nacionalismo es solución planteada por la misma población, es la solución dada por el ser nacional, es una propia respuesta de acuerdo a las características de la nación.
El nacionalismo Aymara es una respuesta a la nación Aymara, a sus necesidades y aspiraciones específicas. Consecuentemente, no como puede ser como otro, no puede imitar otra nación. Su destino, su futuro es decisión propia. He ahí donde reside la soberanía nacional, la soberanía de la población. Es decir, de Aymaras para Aymaras.
Resumidamente las cualidades del nacionalismo Aymara deben entenderse como:
Respuesta ante la insuficiencia o el legado del indianismo y katarismo
Respuesta fehaciente y alternativa al marxismo, al  anarquismo y al nacionalismo boliviano.
Razón gnoseológica social o una sociología de lo nacional.
Solución a la colonización y la fragmentación social y ontológica.
La reconstitución nacional Aymara.
Forma de existir en un mundo globalizado.
La necesidad de la completar la nación.
Expresión de la potencia de la nación Aymara.
El nacionalismo Aymara como respuesta geopolítica e histórica de todos  los aymaras, Kollas de Bolivia, Perú, Chile y Argentina.

Los principios  rectores de la re- constitución de la nación son:
La autoafirmación: la gestión de los nacionalistas con la nación.
La satisfacción y plenitud del ser nacional: comunidad imaginada.
Prácticas culturales: comunidad étnica y racial.
Respuesta a la condición colonial, la afirmación  de lo propio, y el yo humano.
Territorio: posesión innata y de derecho.

La constitución de la Aristocracia Aymara
El nacionalismo Aymara comprende la completitud y plenitud de la nación. Si puede resumirse en una frase lo que significó la colonización es que: fragmentó a la nación. De tal forma que tenemos una sociedad descoyuntada, escindida, fragmentada.
No hay una relación  y reproducción cultural entre las partes diversas, entre empresarios aymaras y universitarios aymaras, entre  pueblo aymara e intelectualidad aymara, porque el Estado colonial boliviano nos divide. Divide al mismo aymara en su familia, padres y abuelos aymaras divididos de la hijos aymaras; lo divide en su mismo ser, o ser aymara o fingir ser cholo o mestizo, he ahí la degeneración del birlochaje.
A esa división debe hacerle frente la Aristocracia Aymara, la reunificación de la nación aymara, la reconstitución de nación Kolla. Cuando el aymara reconstituya su nación, será libre, tendrá su propio Estado. 
Toda nación tiene una aristocracia, y cuando los españoles  invadieron estas tierras, eliminaron primero a nuestra aristocracia. Desplazaron al poder político poniéndose en la cima, pero por el enquistamiento colonial, no solo reemplazaron a los individuos, sino a la producción cultural.
Y es por eso que ellos determinan los cánones culturales, que niegan los nuestros. Y como nación sometida y no libre, nuestra población se ha visto en la necesidad y obligación de reproducir  los cánones extranjeros, o la ambivalencia cultural.
Nuestra nación  aún mutilada y seccionada ha logrado sobrevivir, y no sólo eso, sino avanzar, esa la potencia aymara, el poder kolla.
Ha logrado conquistar el mercado, y sobreponerse pese a  la animadversión del Estado boliviano, y otros Estados.
Pero: tiene dinero, sin mucha consciencia. Tiene educación,  sin mucha perspectiva.
Porque nuestro pueblo hasta ahora tan sólo ha reproducido su cultura. Es tiempo de generar nuestros propios cánones culturales, no solo re-producir, sino producir nuestra cultura ahora y de acuerdo a nuestro contexto. Sea bienvenida la Aristocracia Aymara, porque es la que producirá los cánones de producción cultural aymara.  Canon del aymara triunfador, culto, bello, virtuoso, etc.    

Respuesta al marxismo, al anarquismo y al nacionalismo boliviano
Como se habrá constatado, el nacionalismo boliviano  es un fracaso, y es incompatible con el nacionalismo Aymara. Sea el nacionalismo liberal del MNR, o sea el nacionalismo exótico comunista del MAS, son la negación del Aymara, y por tanto, los anti-aymaras. El aymara busca su propio Estado y no puede convivir y depender de otro.
No hay otra forma de hacer nación, este es un país de indios Aymaras.
A los comunistas hacerles notar que como nación creemos  en la burguesía y no solo el proletariado; que apoyamos la acumulación de riqueza a nuestros qamiris (burgueses aymaras) para que logren acumular más; apoyamos la economía de mercado porque nuestra población ha demostrado que es capaz de jugar con sus reglas y adaptarse, hasta incluso triunfar. La economía de mercado es útil al aymara. Y si hay pobreza, solo el Aymara podrá sacar de la pobreza al aymara cuando tenga su propio Estado.
A los anarquistas informarles que los aymaras, desde el principio del indianismo y el katarismo, buscan el poder, la composición de su propio Estado a su semejanza. Tiene un sistema social jerarquizado y muy bien ordenado. Es moderno y citadino, y busca nuevas formas de co-existir con el mundo. Ni está estancado en el campo y la comunidad ideal, ni solo es capaz de la producción agrícola, también propende a las artes liberales, a la formación de alto nivel, y a los placeres humanos.
Tanto el marxismo como el anarquismo, en este territorio, han caído en anatopía y anacronía.
El Aymara debe seguir su propio camino, y a nadie más. Esta es una cuestión política, no ética, no moralista,  por tanto, ni es de interés  responder a derroteros ajenos, a culpas de extranjeros, a  sueños de hippies, o satisfacer prejuicios externos.
Si estas ideologías exógenas quieren hacer política, los invitamos a sumarse al nacionalismo Aymara.
Es tiempo de dividir las aguar turbias de las claras, como nos ha enseñado la historia.
Como sucedió con Zarate Willka,  aparentan ser amigo del aymara, pero lo traicionan y se unen contra el indio,  se dan la mano una vez más entre izquierda y derecha para  mantener el Estado colonial boliviano.
Esta es la encrucijada: O se unen al Aymara o están en su contra. O apoyan las aspiraciones y demandas aymaras, o solo nos utilizan y traicionan para sus propósitos comunistas, anarquistas o coloniales.  Sólo el Aymara, liberará al Aymara.
¡Jallalla: Nacionalismo Aymara¡



[1] Estudio comunicación y filosofía, y es miembro fundador del MINKA.
[2] En este pequeño tratado, Aymara es sinónimo de Kolla. No entraremos en mayores detalles históricos y sociológicos por el reducido espacio. Sin embargo, debe enfatizarse en dos motivos importantes: primero, se debe desmontar el mito de que aymaras y kechuas son lo mismo, y que Kolla es equivalente a Aymara-Kechua. Tal idea no ha hecho más que retrasar el proceso político de cada nación. Segundo, el Kolla es Aymara, no kechua, y se alude al tal termino Aymara para mayor claridad  e identificación en nuestros argumentos.
La emergencia del Nacionalismo Aymara

Respuesta a la suposición de un discurso liberal indianista-katarista

Por: Pablo Velásquez Mamani[1]

El 16 de octubre del presente  se publica el artículo: La construcción liberal del discurso indianista katarista. El mismo plantea cuestiones a la nueva generación de esta corriente política. Semanas  después, el artículo citado recibe unas respuestas, no precisamente de la nueva generación de indianistas-kataristas.
Ante esta jerigonza, se hace necesaria una respuesta a ciertos extravíos e imprecisiones.
Se dice y supone demasiadas cosas sobre “la nueva generación” del indianismo-katarismo, desde los variados ángulos y perspectivas internas y externas. Esto sin duda es ya una gran ventaja pues la corriente se posiciona, sin más remedio para sus detractores. Pero deben hacerse dos grandes aclaraciones al respecto.

La primera, es que la combinación indianismo-katarismo no es de larga data. Recién hacia el 2009 con la creación del MINKA (movimiento indianista katarista) se efectiviza la “unificación formal” de esas dos ideologías, con el antecedente difuso de las reuniones de los: jóvenes kataristas indianistas. Salvando excepciones, otrora la diferencia fue bastante marcada entre indianistas y kataristas.
Tal combinación  fue auspiciada por la juventud de entonces (en su mayoría indianistas). Organizaciones, que por cierto, ni  fueron el fruto de los antiguos o fundadores indianistas o kataristas, ni mucho menos fueron emprendidos por los mismos. Simplemente se trataba de una necesidad histórica de las dos ideologías del indio, del aymara.
La segunda, es que la pluralidad es más profunda de lo aparente. Aspecto generalizado no tan solo entre los varios grupos existentes, sino al interior de ellos mismos, y desde luego el MINKA al cual adscribo.

Dicho sea de paso, aquí se dará respuesta a algunas cuestiones importantes y bien planteadas, y no a otras de tipo hilarante y basadas en la ficción: “pachapapismo o el patriarcalismo homofóbico”. Eso sí, debemos reconocer la gran capacidad imaginativa inherente.
La tesis principal para afirmar que “la nueva generación” del indianismo-katarismo tiene un discurso liberal-individualista, adolece de ciertas inconsistencias de argumentación. Pero no por ello deja de ser  importante la interrogante.
“… muchos de estos intelectuales aymara-quechua, hablan, intencionalmente  de un ser “indio” altamente individualista,que genera lazos interétnicos, afectivos entre quienes se declaran indios, pero no clasistas; de esto modo, celebran la irrupción de nuevos q’amiris, de burguesías comerciales aymaras principalmente, pero no critican las lógicas de explotación al interior de sus espacios económicos.”

Se lee: “altamente individualista” seguido de “lazos interétnicos”, más allá de este pequeño desliz, llama la atención el prejuicio político contra el “sistema capitalista”. Idea fuertemente influenciada por la vasta difusión  de comunistas y socialistas a lo largo de su historia.
Ante esto, sencillamente, debemos afirmar que: no somos de izquierda, ni comulgamos con sus principios ideológicos.

No creemos que el “sistema capitalista” sea bueno o malo, sino que, inobjetablemente, la economía de mercado ha establecido reglas de juego para existir en este mundo contemporáneo. Como probablemente ocurrirá con otro sistema futuro. Tampoco tenemos  una fe ciega  en la metafísica de un “fin de la historia” o una “sociedad sin clases”.
En otras palabras, se trata de la “adaptación” a las condiciones socio-económicas epocal. Aspecto en el cual, los comerciantes aymaras han mostrado gran capacidad y triunfo.
Como bien se ha dicho: “… al aymara  modernista, avasallador, que no le interesan los estereotipos halagadores, sino la gratificación  del empoderamiento real que se logra a través del dinero, obtenido a veces de manera ilegal e ilícita”.

Por otro lado, se ha mencionado “la deconstrucción de conceptos con los cuales se identificaba a lo indio”, colocando “ a la identidad india en la incertidumbre”.
Ciertamente,  se revisa, se critica la definición de la identidad india, como campesino, como manifestación culturalista: pachamamismo; por sus perniciosas consecuencias políticas para el aymara.

Muchas cosas han cambiado en la historia, de igual forma, los aymaras han cambiado con la historia y la historia. La tarea de esta nueva generación es redefinir esos cambios, y visualizar horizontes. Tarea ciertamente inacabada y en desarrollo.
Ahora bien, esto no implica que nosotros vayamos a plantear respuesta a todos los problemas sociales y políticos, no conocemos todas las soluciones, ni creemos que alguien las tenga.  Tampoco estamos en posición de dar recetas sociales y políticas, como ilusamente se pretende. Muchas respuestas no están ni estarán en las  bases de la filosofía política, sino quizá puedan encontrarlas en el plan de gobierno o desarrollo específico del espacio de poder determinado al cual requieren responder.

No creemos tampoco en que la resolución de la situación colonial acabe de forma inmediata y mágica con todos los problemas sociales. Las soluciones específicas emergerán de los varios factores involucrados como: una buena administración, educación, condiciones materiales favorables, etc. Pero sí, afirmamos que el problema fundamental es el colonialismo, y que afecta a toda faceta social e individual, y que su solución  ayudará a la resolución de problemas estructurales. Y en nuestra  historia, los únicos que han tratado este asunto fueron el indianismo y el katarismo. Es por ello que los asumimos como “marco teórico”, incluyendo sus limitaciones. Son parte de la historia del aymara, y así debe entenderse, con sus limitaciones y potencialidades. Por tanto, a pesar de la insistencia de algunos representantes longevos, nosotros no seguimos personas, sino ideas y principios.

El planteamiento más importante es: la definición  de colonialismo como la invasión de un pueblo sobre otro, y sus consecuencias adyacentes; de una nación sobre otra(s). La descolonización, como la libertad de la nación colonizada, la descolonización es la soberanía política de la nación colonizada. Estos planteamientos ya fueron ampliamente discutidos y propuestos por los indianistas y kataristas de antaño.

No obstante, algo de verdad tiene esa afirmación de que la “nueva generación” del indianismo-katarismo  apoya la acumulación económica de los qamiris, de los burgueses Aymaras; es más, esta presta para apoyar y gestionar su pleno empoderamiento económico y real; no solamente de ellos, sino de todos los aymaras.

Entonces en términos de nación  e identidad, son de nuestro interés los aymaras de bajos recursos económicos, pero también los de altos recursos económicos: la nación Aymara.
Y he ahí un concepto fundamental que explica todo este programa político: El nacionalismo Aymara.
Esta es una de las respuestas a la interrogante.  Esto es lo que propone la “nueva generación” del indianismo-katarismo.

Por tanto, todo el planteamiento y desenvolvimiento político de esta “nueva generación” se debe entender en el sentido de la nación y el nacionalismo.

En estos márgenes, al nacionalismo aymara le es útil y beneficioso todo aquello que pueda ayudar y coadyuvar a lograr sus objetivos. Y objetivo de toda nación es  la instauración de su propio Estado.  El nacionalismo Aymara  busca la constitución de su propio Estado.
En un mundo de naciones, la forma de existir, es la nación. Hay varias formas de nacionalismos como naciones hay. El nacionalismo Aymara será de acuerdo a las características de la nación Aymara. El problema nacional no ha sido resuelvo por el MNR ni el MAS. República o Estado plurinacional repiten lo mismo: el “rebatible” nacionalismo boliviano.
El Estado como reflejo de la nación debe constituirse sobre su base más sólida, su raíz más fuerte, como ha sucedido en cualquier otra parte del mundo; contrariamente a lo aquí acaecido, donde el Estado es espurio. Por eso no hubo, ni hay descolonización.

Entonces urge un nacionalismo pertinente; estamos ante la emergencia del nacionalismo Aymara.
Pero aún más, para incitar a la reflexión y sus últimas consecuencias, este nacionalismo no solo apuntala una burguesía aymara, sino  que apuesta por la constitución de una verdadera Aristocracia nacional, una aristocracia Aymara.

La nación Aymara siempre fue la más resistente; la más rebelde, la más vigorosa, y ahora, es la más persistente; la más moderna, la más global.  La nación Aymara no ha dejado de ser, se ha reinventado permanentemente,  y está componiendo su Estado y su ideología, algo a lo que los nacionalistas aymaras vamos aportando gradualmente.











[1] .Estudió comunicación social  y filosofía. Es  miembro fundador del MINKA (movimiento indianista katarista). Creador y cursante en la primera Maestría en Filosofía Andina y culturas en la UMSA. Gestor de Obras Completas de Fausto Reinaga.
¿Qué es el Indianismo-Katarismo?

Posibilidades y limitaciones
Por: Pablo Velásquez Mamani[1]

Antecedentes
Desde un tiempo reciente el  indianismo-katarismo se ha constituido en un discurso o ideología reconocida. Ésta sin duda se relaciona con el mundo indígena, en especial a su acción política.  Ya en los discursos oficiales del gobierno, en algunos medios de comunicación masiva, e incluso en eventos “internacionales” fuera del país, e intelectuales exógenos; se considera al indianismo-katarismo como el antecedente ideológico de los cambios políticos en el mundo indígena contemporáneo.
Este es un hecho digno de resaltar, ya que ni el indianismo ni el katarismo eran reconocidos por su importancia hasta ahora, sino tan sólo por unos pocos sociólogos y antropólogos, y desde luego, por la reducida cantidad de sus militantes, otrora de mayor número.
 Sin embargo, este asunto conlleva una serie de interrogantes e implicancias que muchas veces son confundidas o desviadas accidental o intencionalmente por quien usa esa conceptualización ideológica.
En tal sentido, el objetivo para este reducido texto, es tratar de responder a cuestiones como: ¿Qué es el Indianismo Katarismo?, ¿son lo mismo indianismo y katarismo?, ¿por qué y desde cuando se usa esta categoría?, y ¿Cuáles sus límites y posibilidades?

Indianismo (y) Katarismo
El Indianismo Katarismo es evocado indistintamente de acuerdo a quien lo use y su antojo político, pero sin considerar su trasfondo real y sentido con el que fue concebido.
Los supuestos simpatizantes de lo indígena no hacen más que tomar la parte que les conviene de una de estas dos tendencias, cosa que da a lugar a opiniones y estudios poco honestos y ficticios.
El Vicepresidente García Linera se arroga ser “indianista” y en su breve trabajo referido a este punto, reduce al  katarismo como un apéndice del indianismo como: “Indianismo Katarista”[i]. Esta sesgo se efectúa por la “no simpatía” con el Katarismo, ya que éste no comulgaba con las ideas de izquierda marxista, con la cuales trataba de vincular a indianismo.
Contrariamente los sociólogos, que dicen ser simpatizantes del katarismo, Silvia Rivera y Javier Hurtado niegan y encubren al indianismo considerando solo al Katarismo como única representación de lo indígena, sobre todo en consideración de las movilizaciones  campesinas de los 70’s y 80´s[ii]. Esta segunda negativa  proviene del prejuicio de que el indianismo no incluye a lo mestizo, y por tanto,  era “un racismo al revés”, que no cabía en la concepción ONGista de esos autores.
Peor aún, hay quienes, a pesar de  asumirlos como objeto de estudio, los desacreditan y descalifican “como caóticos” y “sin sentido”, las tesis de Pacheco y Alvizuri manifiestan esto claramente[iii].
Por su parte los indianistas y los kataristas en sus documentos públicos reivindican y afirman sus ideologías cada cual por su vertiente, o indianista o katarista. Por ejemplo los indianistas catalogan a los kataristas de “amarillos”[iv]. Y los kataristas, a los indianistas de “reaccionarios”[v].
Para el lector profano en esta temática, recordemos que el indianismo y el katarismo fueron dos corrientes ideológicas coetáneas y coterráneas auténticamente indígenas en Bolivia, sobre todo del pueblo Aymara. Ambas nacen como manifestaciones políticas hacia mediados de los 70’s (MRTK, 1978  y MITKA, 1978 ).  Aunque el indianismo es algo más antiguo como instrumento ideológico y algo más abarcador ya que no solo fue un fenómeno en Bolivia sino también en otros países. Y por su lado, el katarismo fue quien logro la movilización de masas.
Entre sus más notales representantes tenemos  a Fausto Reinaga, Constantino Lima, Luciano Tapia, Felipe Quispe, Germán Choquehuanca en el indianismo; y a Jenaro Flores, Víctor Hugo Cárdenas, Fernando Untoja en el Katarismo.
A ellos se debe los postulados de “revolución india”, “liberación india”, “poder indio”, “dos bolivias”, “comunitarismo”, “autodeterminación”, “colonialismo interno”, “descolonización”, “descentralización”, “pluriculturalidad”; símbolos como la wiphala, el año nuevo aymara; instituciones como la CSUTCB, Bartolina Sisa, CONAMAQ; y documentos como la Tesis India, el Manifiesto de Tiwanaku. Todos de vital importancia para el actual mundo indígena.
La relación entre ambas tendencias solía ser harto problemática entre la rivalidad y la competencia de los unos con los otros, y algunas pocas veces de compartimiento, no solo del voto “indígena” sino también de líderes internos, el caso más paradigmático es el  de  Raymundo Tambo, indianista y katarista a la vez.  Aunque debe mencionarse que intentos partidarios de unificación se hicieron varias veces, pero no lograron su cometido.
Como primeras organizaciones políticas indígenas compartían el rechazo de la sociedad “blanco-mestiza” en sus vertientes políticas de izquierda o derecha que despreciaban con igual denuedo todo lo indio. Ante lo cual, el indianismo, más radical, respondía con la independencia política del indio, y el katarismo, más concesionario, con alianzas políticas del campesinado indígena.
Más allá de todas las posibles conclusiones, esto evidencia que el indianismo y el katarismo eran dos entidades políticas distintas y no unificadas, tanto para sus militantes como para los estudios al respecto.
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Indianismo-katarismo
Sin embargo, ante la notable aparición y difusión del termino unificado indianismo-katarismo, varios personajes empezaron a asumirlo. El  propio García Linera lo evoca (aunque no comulgue con el katarismo, sobre todo con el del MRTKL, y del KND), cambiando su versión de 2007.
Ante esta generalización e irrupción conceptual, los propios “indios” trataron también de darle una explicación, cometiendo casi los mismos sesgos de antaño.  
Pablo Mamani, junto a otros, por su parte enarbola el katarismo-indianismo (o a veces indianismo-katarismo), sin embargo, plantea una intención solo indianista, ya que sus todos sus postulados así como su visión política,  poco o nada tienen de katarista[vi].
Por su parte, Ayar Quispe  realiza un intento de apropiación del indianismo-katarismo como una variante más (entre las tantas que hay) del Tupajkatarismo, arrogando la autoría a Felipe Quispe[vii].
Sin embargo, ni indianismo ni katarismo conjugaban en un solo propósito político, a pesar de sus similitudes, eso al menos en su época de existencia plena.
Retomando las posibles similitudes, hacia el  2009  mediante un evento político denominado ULAQA  convocado por jóvenes simpatizantes del indianismo en su mayoría, y del katarismo en su minoría, es que recién se impulsa y se usa la nominación unida: indianismo-katarismo, no antes. Desde ese momento se promociona el concepto combinado, aspecto que quedará consolidado con la sigla del MINKA (movimiento indianista katarista) en 2009, y su consolidación en el 2012 en el Payir Ulaqa con un curso de formación política con líderes indianistas y kataristas que trataba de rescatar, aplicar las experiencias más útiles de ambas corrientes. Esto guiado por los motivos principales de: primero, continuidad a un proceso histórico liberador, y segundo, la una unificación necesaria.
Se trataba pues del rescate de las manifestaciones ideológicas más representativas del mundo indígena, y que nace la necesidad histórica de (re)unificación. Esto con sospecha y comprobación de la posibilidad de unificación en tanto y cuanto al fin común. Es decir, que el indianismo y katarismo aportaban a una misma finalidad, aunque con diferentes acciones y concepciones. Por tanto, aunque los indianistas y kataristas de antaño se repelían, no cabe en la actualidad tal negación, pues ambas constituyen experiencias y postulados enriquecedores que son parte de una misma historia.

Limitaciones
Más allá del origen acerca de esta articulación. El indianismo-Katarismo tiene una serie de limitaciones que restringen su ámbito de acción.
Como articulación de postulados anteriores, no puede constituirse en nueva ideología, porque lo único que hace es articular esas experiencias que tienen un contenido y propósito ya determinados. Quienes creen que en ella se puede encontrar una nueva perspectiva eluden la responsabilidad de plantear nuevos objetivos ideológicos de acuerdo al contexto social-político contemporáneo.
Considerando este punto, el indianismo y el katarismo fueron ideologías contextuales, con algunos atisbos de planteamientos a largo alcance.
Sin por un lado se podría rescatar la experiencia katarista de respuesta a la población y su traducción a  demandas y políticas públicas, no es más que un reducido ejemplo de la urgencia y necesidad de estas cuestiones. En el caso indianista, si el posible rescatar el ideario de libertad, en la realidad su experiencia es solo un anhelo con poco contenido pragmático. En otras palabras, en el indianismo se difumina la aplicabilidad, y en el katarismo, la identidad.
Como elementos políticos embrionarios el indianismo y el katarismo no llegan a su plenitud, pues por su corta aparición temporal, no lograron reproducirse, ni reinventarse quedando trunca a una época y personas específicas. A esta carencia, la combinación resulta como respuesta epocal inexorable: tomar de unos lo que le faltaba a los otros en un mismo proceso histórico.
Gran parte del marco interpretativo y categorial que tienen agotaron su alcance en relación al tiempo en que fueron emitidos. Ya sea como problema (re)generacional o como perspectiva.
Por ejemplo, el más influyente dentro de la esfera del campesinado indígena fue el katarismo que planteaba, la recurrencia a la respuesta a las necesidades específicas del campesinado, planteando la teoría de la combinación de nación y clase. Sin embargo, por las transformaciones sociales, el indígena en su mayoría poblacional ha dejado de ser campesino, y en algunos casos ha dejado de ser popular. Por tanto, ya no se puede pensar en la ecuación indígena igual a campesino, ni  indígena igual a desposeído. El romanticismo indianista proponía el retorno a la localidad primigenia y en alguna medida el retorno al pasado; en  el actual mundo globalizado tal situación se torna remota cada día más, y la sociedad indígena parece actuar y pensar con visión futuro, no al revés.
A consecuencia de este planteamiento temporal, tampoco lograron el paso de sus principios de ideología a filosofía política. De sus principios y postulados es difícil deducir conclusiones ulteriores, y  muchos de ellos quedan tan solo en la superficialidad del contexto.
En tal sentido, las propuestas emanadas de su seno, no logran colmar el objeto mismo de su razón, es decir, como todo principio tienen una visión parcelaria e incompleta de su sociedad y población, tanto espacial como temporalmente.
A consecuencia de ello, el criterio de utopía está dirigido hacia el pasado, hacia una “mejor pasado” o estancado en la simpleza del presente; y no así hacia un “mejor futuro”. Esto es explicable porque aquello que recientemente se comienza entender difícilmente puede proyectarse con propiedad.
Por tanto, el indianismo-katarismo  no puede ser considerado como una nueva y diferente  propuesta ideológica y política; sino como: una articulación presente de un pasado ineludible, y un gozne o intersticio para la generación de una nueva propuesta.

Posibilidades
Ahora bien, si estas tendencias políticas tienen sus serias limitaciones. Esto no niega su necesidad e importancia, ineludibles para todo(s) aquel(los) que quiera(n) pensar o accionar política en el “mundo indígena”.
No solo que son las únicas experiencias políticas modernas auténticamente indígenas, sino que se constituyen en los primeros actos o insurgencias conscientes de mayor alcance en la política india, es decir: (aunque precariamente) lo más avanzado que logro crear el indio moderno.
El Indianismo por su parte ha contribuido en la representación simbólica, la politización del indio y el sentido e ideario de libertad. El Katarismo ha aportado una respuesta de concreción política de  acuerdo al contexto social-histórico, acción política efectiva, y la inmersión en la cosa pública.
En otras palabras, la necesidad de ascensión al poder,  formas de llegar al poder, y el ejercicio del poder. En este sentido, son ineludibles e innegables. En consecuencia, la unificación de estas visiones de lo indio y la respuesta que dieron se complementan casi perfectamente como ideología y movimiento político (aunque sea de carácter insuficiente).
La carencia de un marco interpretativo remozado y actualizado, no ha sido óbice para el sujeto histórico indígena, sino que el indio no ha desaparecido, por el contrario, se ha expandido (aunque de forma inconsciente) a otras formas  y a otros espacios. Este es el gran desafío y pendiente para los nuevos ideólogos.
El indianismo y el katarismo son proto-nacionalismos, que son la cimiente del nacionalismo Aymara[viii].
Es posible que haya otros escenarios políticos posibles, sin embargo, el Nacionalismo es la consecuencia casi natural. Nacionalismo que resolverá el país en su conjunto, no solo de Aymaras, sino también de las minorías poblaciones de distinta cultura. Pero también resolverá el marco interpretativo y categorial, así como el fin ulterior. El indianismo-katarismo es el caldo de cultivo para concretar esta pretensión.
Ha decir, el nacionalismo se erige en el momento constitutivo de toda nación, el mismo que se arraiga en sus raíces propias y más fuertes para dar la plenitud a sus ciudadanos. El indianismo- katarismo, como antecedente inexcusable, trata de unificar los caminos a este fin de descolonización, como soberanía política de la nación Aymara.


[1] Estudia filosofía “Andina”  y es miembro fundador del MINKA.



[i] Véase: García Linera, Álvaro. El desencuentro de dos razones revolucionarias: Indianismo y marxismo. En: Cuadernos del Pensamiento crítico Latinoamericano Nro. 3. Buenos Aires. CLACSO. 2007
[ii] Véase: Rivera, Silvia. Luchas campesinas contemporáneas en Bolivia: el movimiento katarista 1970-1980. En: Rene Zavaleta Mercado (comp).Bolivia hoy. México, siglo XXI. Pag 129-168. 1987. Y : Hurtado, Javier. El Katarismo. HISBOL. Bolivia. 1986
[iii] Véase: Pacheco, Diego. El indianismo y los indios contemporáneos en Bolivia. HISBOL/MUSEF, La Paz-Bolivia. 1992. Y: Alvizuri, Verushka. La construcción de la Aymaridad. Una historia de la etnicidad en Bolivia (1952-2006). Santa Cruz de la Sierra-Bolivia. Editorial El País. 2009
[iv] Véase: Quispe, Felipe. El indio en escena. Chukiyawu marka- Qullasuyu. Ed. Pachakuti. 1999.
[v] Véase: Untoja, Fernando. El Katarismo, Indianismo e Indigenismo. En: Reflexiones sobre la temática indígena en la Bolivia de hoy. 1/2012. KAS investigaciones. Análisis y reflexión política. 2012
[vi] Véase: WILLKA. Revista anual, Nro. 5. Katarismo-indianismo ante la derecha y la izquierda. El Alto-Bolivia. 2012.
[vii] Véase: Quispe, Ayar. Indianismo-Katarismo. Ediciones Pachakuti/AWQA. Qullasuyu. 2014.
[viii] Fausto Reinaga caracteriza al indio como “nación”, y  Fernando Untoja pregona la base de la nación “Aymara (Kolla).”
Sobre las (im)posibilidades de diálogo entre Indianismo y Marxismo

Por: Pablo Velásquez Mamani[1]
Este breve escrito responde a la necesidad de aclarar algunas ideas vertidas en una entrevista en la ciudad de El Alto en el programa: la curva del diablo.

La actualidad
Se conoce bastante la práctica política de usurpación, impostura y la instrumentalización de lo indígena por parte de los “izquierdistas” del partido de gobierno MAS (Movimiento al Socialismo). Es decir, respectivamente, se pregona el supuesto de que éste es un gobierno indígena, pero  los espacios políticos jerárquicos de decisión se hallan en las manos de la misma casta colonial de siempre; se discursa para “auto-legitimación” que Evo Morales y la políticas del MAS son indígenas, siendo que por el contrario Morales es producto del sindicalismo campesino de militancia socialista y que las políticas efectivizadas corresponden  a un diseño combinado entre pretensiones de socialismo y liberalismo; y se reducen las demandas indígenas como mero ornamento folklórico o nominación sin tener ningún efecto real.
¿Y por qué sucede esto? Por qué gran parte de los políticos del MAS son “socialistas” y buscan la constitución del comunismo en el país -aunque a veces con un tono indigenizado como: socialismo comunitario- y por tanto el discurso de lo indígena, solo es útil para sus propósitos. Es decir, no representan, ni buscan la realización  de los  objetivos indígenas como la autodeterminación y liberación, distintos a los preceptos socialistas.
Esta práctica política desde luego que es reprochable, y con la que no se puede establecer ningún diálogo, pues es contraria a los intereses de las  naciones “indias”, a las que se adscriben tanto el indianismo y el katarismo.
Sin embargo, creemos  que existen razones más profundas a las circunstanciales que permitan, o no, las (im) posibilidades de diálogo entre indianismo y marxismo.
De principio, el diálogo con las diferentes ideologías políticas siempre es una posibilidad en toda sociedad abierta. La  sociedad indígena (específicamente la Aymara) es una sociedad también abierta, que  como cualquier otra cultura viva en el mundo, apropia elementos útiles para la mejora de su propia cultura (no solamente ideología); así como desecha otras, por el perjuicio que ocasionen.
En el mundo Aymara se hallarían  cualidades suficientes para generar interés en diferentes ideologías políticas. Así el marxismo por las clases populares; el anarquismo, por el propósito libertario; el (neo) liberalismo, por la capacidad de adaptabilidad y triunfo en un mundo actual de competencia mercantil; e incluso versiones New age, por las prácticas rituales y mágicas de la espiritualidad Aymara. Siguiendo esta idea, se presenta el dilema de si: tendremos que dividir la nación Aymara para entenderla por partes, o podremos entenderla en su conjunto. El indianismo y el katarismo coinciden con esta última razón.
De manera muy general, el indianismo y katarismo, con sus respectivos matices, plantean la cuestión de la nación irresoluta. Eso a causa del problema colonial que reconfigura toda la sociedad y sus construcciones. El colonialismo es la invasión de una nación a otra, a partir de la que se genera un proceso de dominación. Así mismo los sujetos políticos en contradicción son el colonizador y el colonizado, el blanco-mestizo y el indio Aymara.
Por tanto, lo que se busca es la soberanía política (autodeterminación) de la nación invadida (las naciones indígenas) y la finalidad de liberación que se complejizada en el devenir histórico-político.

La contrariedad histórica
Desde la aparición del marxismo en Bolivia, el desenvolvimiento político de los marxistas se ha caracterizado por una eminente negación de lo indígena.
 Las variantes de marxismo aplicaban la teoría simple y llanamente, sin ningún tipo de revisión o crítica de acuerdo al contexto social-político-cultural.
Así para los marxistas la cuestión más importante era (es) la lucha de clases; el sujeto “revolucionario” más importante, el proletariado; la finalidad política, el socialismo. Poco o nada se dice sobre el indígena, y el campesinado (eminentemente indígena en ese entonces) quedaba relegado como simplemente un apoyo secundario.
La tesis de Pulacayo de 1946 es una clara expresión de aquella perspectiva. El criterio base para la denostación  se debía  a que el campesinado poseía sus tierras, por tanto, era considerado como un “pequeño-burgués”. La asamblea popular de 1971, a pesar de sus pretensiones, no convoco ni se abrió a la discusión sobre la temática indígena, al contrario, se reavivaron discursos segregacionistas por parte de los representante “proletarios”.
La revolución nacional de 1952 que consideró al indígena- aunque para asimilarlo- a pesar de su influencia izquierdista, no puede calificarse de revolución socialista o proletaria, sino que fue, como lo dice su nombre, una revolución nacionalista ante todo, aunque solo del Estado oficial. 
Es decir, sencillamente, el marxismo y la izquierda estuvieron totalmente ajenos al mundo indígena.
Sin embargo, más allá del sesgo gnoseológico para comprender la sociedad, las corrientes políticas  marxistas padecían y repetían también las prácticas coloniales. El racismo, por ejemplo, es un flagelo insuperado hasta el día de hoy.  
Otro ejemplo ilustrativo, es que la COB (Central obrera boliviana, de fuerte influencia marxista) desde su inicio no admitió al campesinado en su dirección, a pesar de que el número del campesinado (indígena) era bastante mayor al proletariado (hasta el día de hoy). Y a causa de ello, el campesinado crea su propia organización de representación culminando en la fundación de la CSUTCB en 1979.  Valga la aclaración, fruto de la acción política del katarismo.
Esto no quiere decir que se pueda negar que el indianismo y el katarismo se vieran influenciados por la izquierda en sus inicios, pues era el discurso alternativo de entonces. De hecho, muchos de sus militantes fueron miembros de corrientes de izquierda para pasar luego al indianismo y katarismo. En esta disyuntiva  se puede entender los orígenes de concepciones como: “la revolución india”,el poder indio”, el “sindicalismo campesino”. No obstante, los  discursos y prácticas racistas y excluyentes de miembros de los partidos y organizaciones de la izquierda en Bolivia y, sobre todo, la falta de comprensión de la problemática indígena y la colonización, fueron  los motivos para abandonar el marxismo y engendrar una propia corriente política india basada en el antecedente histórico.
Históricamente desde los 60s y 70s el indianismo y el katarismo tuvieron diferencias políticas con la izquierda tradicional.  Es más, se denunciaba el actuar político de los izquierdistas, porque  tanto derecha e izquierda eran representantes de la misma casta colonial (y aún lo son). En otras palabras, las diferencias raciales eran muy marcadas, y los izquierdistas y derechistas compartían la misma procedencia blanco-mestiza (incluso compartían y comparten  lazos de familiaridad entre padres derechistas e hijos izquierdistas; pero los más importante, siempre detentores del poder) que actuaba en beneficio propio, negando a la mayoritaria indígena.
Esta primera contradicción se combinaba con la mentalidad  del colonialismo. Mismo que instauro una serie de conflictos, traumas y complejos entre los blancos-mestizos y los indios. La mentalidad subyacente era la negación de lo indio, y todo lo que provenga de él. La negación del otro, pero a la vez negación propia. Por tanto,  la xenofilia hacía que se siguieran modelos exógenos de difícil y fracasada aplicación. Así todo modelo político  externo era aceptable, menos uno basado en “lo propio” de estas tierras. Y la llegada del marxismo también se debe a esta mentalidad exógena que buscaba respuestas al país, fuera de él.  

Marx y los marxistas
Al tratar este asunto, es muy recurrente que para muchos marxistas el máximo argumento sea: “lo dijo Marx”.
Sin duda, una gran parte de la teoría marxista  ayuda a comprender grandes segmentos de la economía, sobre todo los referidos a la producción. También es bastante útil la categoría de alienación para tratar aspectos culturales y humanos a nivel abstracto.
Más allá de la utilidad referencial que tiene la teoría marxista (y que la tiene, como cualquier otra teoría), la interrogante correspondiente es  si tal teoría sirve para comprender los problemas más importantes de Bolivia.
Para desencanto de los simpatizantes de esta tendencia, Karl Marx  escribió casi nada al respecto. Lo único que produjo sobre algo parecido a la realidad  boliviana y colonial se halla en la correspondencia con Vera Zasulich acerca de la cuestión agraria y la comuna rural rusa en  1881. Misiva en la que Zasulich plantea con claridad sus consultas: “Una de dos: o bien esta comuna rural, libre de las exigencias desmesuradas del fisco, de los pagos a los señores de la administración arbitraria, es capaz de desarrollarse en la vía socialista, o sea de organizar poco a poco su producción  y su distribución  de los productos sobre las bases productivas, en cuyo caso el socialismo revolucionario debe sacrificar todas sus fuerzas a la manumisión de la comuna y a su desarrollo. O si, por el contrario, la comuna está destinada a perecer no queda al socialista, como tal, sino ponerse a hace cálculos, más o menos mal fundados, para averiguar dentro de cuantos decenios pasará la tierra del campesino ruso de las manos de este a las de la burguesía y dentro de cuantos siglos, quizá tendrá en capitalismo  en Rusia un desarrollo semejante al de Europa occidental.”[1]
Lo más importante  para nuestro análisis es parte de la respuesta de Marx al establecer la condición de la comuna rusa:
Rusia  no vive aislada del mundo moderno; tampoco es presa de un conquistador extranjero como en las indias orientales.”[2]
Para constancia, Marx reitera estas palabras por segunda vez páginas adelante:
“Es Rusia el único país europeo donde la comuna agrícola  se ha conservado en una escala nacional hasta hoy. No es la presa de un conquistador extranjero como en las indias orientales. Tampoco vive aislada del mundo moderno.”[3]
Marx hace esta diferenciación de la comuna rusa porque sus condiciones lo permiten. Pero esto muestra a su vez, que el propio Marx diferenciaba otras realidades distintas, con dos características identificadas; las colonias conquistadas por extranjeros y las sociedades desvinculadas del mundo moderno.
Precisamente, para la época de introducción del marxismo, Bolivia ha compartido la condición de las indias orientales, es decir igual que ésta, también ha sido presa del conquistador extranjero, y que además se halla desvinculada del mundo moderno, pues tenía-como hasta ahora-  una formación social feudal (colonial).
Es decir, Marx no produjo ningún escrito o teoría sobre las problemáticas coloniales y periféricas como las que Bolivia tiene hasta el día de hoy.  Se colige, porque estas condiciones como ser colonia, un país invadido, y la desvinculación de la modernidad, rediseñan la sociedad de tal manera que no puede interpretarse y ni aplicarse la misma teoría. Y, rebuscar palabras sueltas sobre lo nacional en los textos de Marx  no ayuda a la explicación o compresión de la cuestión.
En consecuencia, tenemos una reducida posibilidad de diálogo con Marx en tanto que problema nacional y colonial, pues se carece de un marco teórico correspondiente.
Este vacío teórico será llenado por los marxistas de diferentes maneras, pero siempre en consonancia con el discurso economicista marxista. Incluso, el compañero cercano, F. Engels, calificará a los pueblos que sufren el colonialismo como pueblos sin historia. Otros como Lenin y Stalin asumirán la plurinacionalidad como respuesta a problemas generados por la forzosa unidad (no muy diferente al multiculturalismo liberal) de la ex URSS.[4]
La izquierda leninista, stalinistas, maoístas, trotskista, guevaristas, etc. no comprendió nunca el problema nacional y colonial. De acuerdo a su perspectiva  la explicación pasaba por la conceptualización de la acumulación originaria y el materialismo histórico (usando teorías como la vía farmer y la vía junker para la primera, y las formaciones pre-capitalistas de la historia para la segunda), aunque estas no concordaran con la realidad. Pues la acumulación originaria nunca logró conseguirse, y   los excedentes simplemente eran (son) extraídos del país; la descampesinización tampoco podía ser entendida (por la vía farmer  o junker), pues el paso del campo a la ciudad (y sus consecuencias complejas) no solo implicaban la cuestión productiva, sino sustancialmente, identitaria y nacional; concluyentemente, no se generó una burguesía nacional.  Aspectos denunciados por la teoría de la colonización interna emitida por el Katarismo. En tanto, al “indefectible” materialismo histórico puede advertirse, sin mucho esfuerzo,  que  la formación social era difícilmente clasificable entre la secuela convencional de modos de producción (asiático, feudal, capitalista, socialista), por lo que se concibió con la denominación “desigual y combinado”, y más tarde, “abigarrado”. Sin embargo, “combinado” o “abigarrado” aporta muy poco a la comprensión del problema nacional y de identidad. Aspecto vehementemente reiterado por el indianismo.   
Es este el marxismo que llegó a este territorio.[5]

Algunos intentos de marxismo a la boliviana
En esta gama de behetrías, algunos marxistas intentaron adaptar la teoría en la “realidad boliviana”.
René Zavaleta pretendió conciliar el marxismo con la idea  nacional-popular.
Como creyente de la revolución nacional de 1952,  Zavaleta consideró la importancia de la cuestión nacional.  Y trato de darle respuesta. Los títulos de sus libros denotan esa intención: El Estado en América Latina, 50 años de historia. Bolivia el desarrollo de la conciencia nacional, Lo nacional-popular.
Es evidente que hay una preocupación al respecto; sin embargo, cuando efectúa el intento, por la fuerte influencia ideológica, recae en las interpretaciones clásicas.
Cuando Zavaleta explica la nación, invirtiendo el orden lógico de aparición, lo hace desde la constitución de un mercado interno y  las clases sociales[6]. Es más, incurre en la reducción y el enclasamiento prosaico y forzado“… razón por la que el nacionalismo  se ensambla en la noción de lucha de clases, noción que después por consiguiente, no se resuelve en la contradicción general entre opresores y oprimidos sino en la oposición y la lucha entre clases nacionales y las clases extranjeras.”[7]  “… el nacionalismo sin la lucha de clases, en la que se concreta vitalmente la disputa entre la Nación  y la Anti-nación, es una palabra y nada más, cuando no otra forma de alienación.”[8]
Cuando explica la formación social boliviana lo hace desde los momentos constitutivos, según él,  la guerra del pacifico 1879,  la guerra federal de 1899, y el culmen de nación en  la revolución nacional de 1952.[9]  Pero solo hace referencia al Estado e historia oficiales de los ciudadanos blancos y mestizos, el Estado que no es nación (curiosamente, el Estado que el mismo llamaba aparente).  Esto sin olvidar su irrenunciable postura de que la clase directora de la revolución y el cambio es el proletariado, sobre todo el minero. Y el determinismo socialista. “… no sólo es posible el socialismo en Bolivia si no que Bolivia será imposible sin el socialismo; es una necesidad de su existencia, sin cuyo cumplimiento la nación no podrá ser efectivamente la nación.”[10]
Las conceptualizaciones como: el Estado abigarrado,  lo señorial, lo nacional popular, entre las más reconocidas, que expresan paradojas y situaciones inexplicables, son pues manifestaciones de que sabía de la existencia de una problemática que no podía comprender, porque su talento intelectual quedaba obnubilado por su pasión ideológica que lo lleva de  nuevo al convencionalismo marxista.[11]
En consecuencia, palabras sobre lo indígena o colonial se hallan de manera muy reducida y superficial en sus escritos.
Al referirse al campesinado (indígena) incluso denota un tipo desdén: “El campesinado recibe una liberación por la que no lucha, por lo menos directamente. Es probable  que reducido como estaba a una existencia dispersa y marginal, siendo virtualmente un fellah, si la insurrección hubiera tomado por escenario el campo, el campesino hubiera tardado en incorporarse a la lucha revolucionaria y ésta habría estado sometida a mayores fracasos y retrocesos…”[12]
 Y es más, cuando sabe algo del katarismo, por su incomprensión de la cuestión nacional, simplemente lo descalifica:
“Consecuencia, la centralidad de lo indio, que era como un social darwinismo invertido
Era la resurrección del panaymarismo, un indigenismo-nos tememos- demasiado simple. Tamayo, con todo tratando de dar silogismos positivistas a su mesianismo exultante, fundó una escuela sin proponérselo: todo el aymarismo posterior, el katarismo, consiste en creer en sí mismo y eso es objetivo como etnocentrismo aunque sus explicaciones no lo fueran.”
Zavaleta era contemporáneo al indianismo y Katarismo, sin embargo sus ojos ideológicos marxistas no veían al Aymara, que en ese tiempo se manifestaban en acciones políticas bastante visibles. Esto quizá se debió  a la distancia considerable- geográfica y gnoseológica- desde la cual escribió, distancia que posteriormente vino a llamarse: “marxismo de escritorio”.
La política contemporánea y la decisiva participación indígena, sin duda, hubiesen dejado perplejo a Zavaleta, pero, como vimos, era algo impensable e inconcebible por el marxismo de la época.
Más tarde, otro marxista intentaría también el mismo acercamiento entre nación y clase, pero esta vez entre marxismo e indianismo. Álvaro García Linera   en 1980 presentaba un reconocimiento de las naciones indígenas de la siguiente manera:
“La fuerza del concepto de nación (o la nacionalidad tal como es usada por Lenin) agarra pues ante el curso histórico y revolucionario, la vitalidad, el derecho, la necesidad de Aymaras y Quiswas de tomar en sus manos la conducción de sus destinos, sin tutelaje alguno de pretendidas ‘naciones superiores’ o ‘clases superiores’”[13]

En esta ocasión  Qananchiri (pseudónimo de García) aparentemente llegó a reconocer la autodeterminación indígena. No obstante, tal ilusión desaparece cuando más allá de la simpatía verbal, los propósitos y principios se desconectan de esta pretensión.

García interpreta  al mundo Aymara  desde la “comunidad campesina”. Un modelo revolucionario, que se hallaba al margen del  Estado y del capitalismo, y por tanto, un modelo a seguir como “socialismo”.

Esas son las raíces del famoso “socialismo comunitario”. Uno de los ejes del “pachamamismo”, coincidente con la visión que tenían los “indigenistas” (que no eran indígenas) de principio de siglo XX. Los mismos que se basaban en interpretaciones románticas de la “comunidad campesina” para una proyección  idealizada. Concepción a  la cual indianistas y kataristas combatían por sus consecuencias negativas para la politización del indio. Y que además, como segunda coincidencia, también se intentaron aplicar por los nacionalismos criollo-mestizos, con la intención asimilatoria. Se quería la cultura del indio, pero no al indio.

La cuestión de comunidad campesina nos trae a discusión un elemento central en la disquisición ideológica entre marxismo e indianismo.  ¿Es el indio una clase social o una nación?
 De acuerdo a la descripción predicha, la clase social campesina es la representación de lo Aymara y Kechua, por lo que se colige la ecuación social, indígena igual a campesino. Este punto, no solo reduce una nación a una clase social, la campesina; sino que contradice el propósito de nación, la soberanía política.
La nación Aymara, dadas las circunstancias de evolución y adaptación cultural, no se queda en el campo, ni se dedica solo a la producción agrícola.  El concepto de nación sobrepasa al de la clase, sobre todo ante esta situación colonial. En consecuencia, el principio: comunidad campesina igual a nación Aymara kechua es una explicación contextual, pasajera y parcial.   
Tiempo después, en otro texto, García Linera reitera su intención  de “conciliar” indianismo y marxismo. [14]  Incluso, él mismo ha manifestado ser indianista y marxista a la vez.
A pesar de su intención y adscripción su relato sobre el indianismo y el katarismo tienen muchos sesgos y no corresponden a la realidad del desenvolvimiento de estas corrientes políticas. Confundiendo preceptos y propuestas indianistas con las kataristas; y  nominando  indianistas a aquellos que difícilmente podrían ser considerados como tales.
La pretensión de  “marxismo- indianismo” de García Linera poco tiene que ver con Fausto Reinaga o cualquier otra variante indianista, ni tampoco con alguna variante katarista. Es más, esta propuesta ni siquiera proviene o se asume desde la propia indianidad o aymaridad, sino tan solo de un “anhelo”, o en el peor de los casos, un artificio.  Ya que el indianismo es totalmente supeditado al marxismo, como se versa en adelante:
La “nueva izquierda letrada” debe guiar a los indios. “Si bien el indianismo actual tiene una creciente intelectualidad práctica  en los ámbitos de dirección de sindicatos, comunidades y federaciones agrarias y vecinales, el movimiento carece de una propia intelectualidad letrada y de horizontes más estratégicos. El grupo social indígena  que podría haber desempeñado se halla aún adormecido por el impacto de la cooptación general de cuadros indígenas por el Estado neoliberal en la década de los 90. Y curiosamente, son precisamente, parte de estos pequeños núcleos de marxistas críticos los que con mayor acuciosidad reflexiva  viene acompañando, registrando, y difundiendo este nuevo ciclo del horizonte indianista…”[15]
En este texto o en otros, no se menciona de manera directa quienes son los “marxistas críticos” de “acuciosidad reflexiva”  que difunden el  nuevo ciclo del horizonte indianista. Pero sin mucho esfuerzo, se infiere que: se trata del propio García Linera, y,  de una auto-justificación. En este mismo sentido, ha llegado al extremo de indicar que el MAS-IPSP es una “vertiente moderada del indianismo”.
Completado en “razonamiento” puede notarse el halito paternal marxista con lo indígena. Que bien podría traducirse sencillamente en la vieja idea “racista”, de que los indios no piensan, y los blanco-mestizos (intelectuales y marxistas) que sí piensan; deben guiarlos. Puede ser que esta conjetura provenga de la influencia  de Gramsci y su intelectual orgánico  y Bordieu y el tema simbólico. Sin embargo, como buena parte de las concepciones marxistas, aplicadas sin más no son pertinentes y hasta son contrarias al indio.
Por otra parte, es cuestionable la honestidad de esos “marxistas críticos”, pues, como es de conocimiento general, el MAS poco o nada tiene que ver con el indianismo, y los registros y difusión del horizonte indianista, las más de las veces, faltan a la verdad por diversas razones. Llegando incluso a la instrumentalización de lo indígena para sus propósitos.
A propósito de instrumentalización, irónicamente, la situación de grupo social indígena adormecido y cooptado, más que aplicarse al pasado neoliberal, se refleja  en la actual dirigencia “indígena” en el “socialismo comunitario”.
Por otro lado, la unificación del marxismo e indianismo, de acuerdo al autor,  debiera manifestarse en este Socialismo Comunitario.
“La acumulación primitiva permanente, que en distintos lugares del mundo está dando lugar a la emergencia de la luchas indígenas y agrarias que buscan resistir la expoliación  capitalista de su organización tradicional de vida, colocando a sus naciones frente a la situación de que para preservar sus estructuras comunitarias tienen que luchar por un comunitarismo ampliado y universalizante, lo que los lleva a convertirse en una fuerza productiva de la comunidad universal, del socialismo y del comunismo”[16]
En este párrafo,  no se encuentra ni un ápice de indianismo, al contrario, hay poca diferencia con el marxismo “primitivo”. Comunidad universal, socialismo, comunismo  y universalizante, “obrerización planetaria” parecen hacer regresión a una guerra fría pasada.
Pero además, las luchas indígenas  vinculadas inseparablemente a lo agrario para mantener “estructuras comunitarias”, visibilizan la concepción de reducir y condenar la nación Aymara a una clase campesina, otra vez.
El comunismo como finalidad, la participación condicionada de lo indígena como clase campesina agrícola, en definitiva no coincide con los preceptos indígenas indianistas, y menos kataristas.
A nombre de una coincidencia “comunitarista” el recurso indígena no  tiene otro uso  que el ornamental y metafórico. “Marx llamaba a esto la comunidad universal; otros le llaman el ayllu planetario; otros el vivir bien. No importa el nombre, sino el contenido de la comunitarización universal y total de todas las relaciones humanas y de los humanos con la naturaleza.” [17] Y qué es lo comunitario, sino lo “socialista”.[18] Idea que se repetirá una y otra vez. “…entonces nuestro socialismo es comunitario por su porvenir, pero también es comunitario por su raíz, por su ancestro. Porque venimos de lo comunitario ancestral de los pueblos indígenas, porque lo comunitario está latente en los grandes logros de la ciencia y la economía moderna, el futuro será, necesariamente, un tipo de socialismo comunitario nacional, continental y, a la larga, planetario.”[19]
Es muy dudable que las luchas indígenas, tanto las históricas como las coyunturales, establecieran algún propósito de búsqueda del socialismo. Creer o suponerlo (por si la tentación letrada actuara) es una práctica paternalista y patronal colonialista.
El argumento; es socialista porque es comunitario, y es comunitario porque es socialista, sin duda no nos dice nada, e incluso es un error de razonamiento.
La concepción de que lo indígena es comunitario, y lo comunitario es socialista, nos vuelve a traer las ideas románticas  e ideales del indigenismo, cuando fantaseaban relatos sobre el “socialismo inka”, etc.
Ahora bien, si por un lado el principio socialista predomina y determina todo, subsumiendo al indianismo para el propósito marxista; es decir que de marxismo se tiene todo y de indianismo casi nada; en la cuestión nacional tampoco existe aporte significativo.
“Mientras se identifican como bolivianos, es decir con la identidad nacional estatal, los indígenas poseen una identidad nacional compuesta; son bolivianos y además aymaras, quechuas, guaranis, etc. es decir, se identifican con la nación estatal y adicionalmente con la nación cultural indígena dentro de la nación estatal”[20]
No hay duda que está concepción asimilacionista de las naciones indígenas dentro la “nación estatal” es una versión antigua de los nacionalismo del MNR,  soterrando y negando toda posibilidad de autodeterminación y soberanía política que el indianismo y katarismo propugnan.
En síntesis,  el encuentro entre indianismo y marxismo es desatendido totalmente, pues no logran comprender el problema nacional y colonial; su práctica política actual  y su marco teórico recurre al convencional modelo político nacionalista mestizo de asimilación del 52 y retorna a la práctica de un marxismo “primitivo”.


Conclusión
El marxismo tanto histórica, teórica y pragmáticamente, no ha logrado establecer nexos de compresión  con el mundo indígena y lo nacional. Cuestiones que el indianismo y el katarismo asumieron como principios rectores. Este pues es el motivo de las (im) posibilidades de diálogo pretéritas y actuales.
En todo caso, esta pequeña aproximación sirva de apertura al debate  entre   indianismo y marxismo. Asunto que muchas veces se da por supuesto, no siéndolo así.




[1] Es miembro fundador del MINKA y militante indianista.



[1] Marx, Karl, F. Engels. Escritos sobre Rusia. El porvenir de la comuna rural rusa. Siglo XXI,  México. 1980.  pag. 21.
[2] Ibídem, pag. 32.
[3] Ibídem, pag. 37.
[4] Esto no quiere decir que no hubieron planteamientos en relación a la nación por parte de marxistas. Sin embargo, este asunto rebasa nuestro objetivo y este reducido espacio.
[5] Esto no quiere decir que marxistas no escribieran sobre la cuestión nacional.  Los escritos de Karl Kautsky y los austro-marxistas son prueba de ello. Pero este marxismo llegó escasamente a estas tierras.
[6] Zavaleta, René. Bolivia y el desarrollo dela conciencia nacional. Los amigos del Libro. Cochabamba-Bolivia. 1990
[7] Ibídem, pag. 79.
[8] Ibídem, pag. 99.
[9] Zavaleta, René. Lo nacional popular en Bolivia. Siglo XXI. México. 1986.
[10] René Zavaleta. Ob. cit. pag. 158.
[11] Zavaleta, René. Forma clase y forma multitud en el  proletariado minero en Bolivia. Siglo XXI. México. 1983.
[12] René Zavaleta. Ob. cit. pag. 69.
[13] Qananchiri. Crítica de la nación y la nación crítica naciente. 1989.
[14]  García, Álvaro. El desencuentro de dos razones revolucionarias. Indianismo y Marxismo. En: Cuadernos del pensamiento crítico Latinoamericano Nro 3. Buenos Aires. CLACSO. 2007
[15] Ibidem, pag. 11-12.
[16]García, Álvaro.  Socialismo Comunitario. Un horizonte de época. Vicepresidencia del Estado. Bolivia. 2015, pag. 10.
[17] Ibídem, pag. 54-55.
[18] Ibídem, pag. 54.
[19] Ibídem, pag. 57.
[20] García, Álvaro. Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad. Vicepresidencia del Estado. Bolivia. 2014.  pag.  68.