Por: Pablo Velásquez [1]
Hace un tiempo alguna
“feminista” criticó al indianismo como simplista por su concepción sobre la
mujer. Más allá de esa opinión, quedó en
claro que no existe una posición indianista (katarista) manifiesta sobre la
cuestión de género, o si se prefiere, un “feminismo indianista”.
Ya que ninguna
indianista o katarista (si las hay) se atreve a responder, tomo la tarea de
iniciar la discusión sobre algunas cuestiones centrales. Está claro que no
puedo abordar todo lo necesario, ni agotarlo, y que me restringiré a hablar
sobre la mujer Aymara.
Para entrar en el
tema, relataré un hecho que no podría ser catalogado como un caso de “mujer
oprimida”.
Un día en el
transporte público en la ciudad de El Alto, me embarqué en los minibuses que
suelen transitar allí. Una vez lleno de pasajeros, un hombre algo común se
sentó a mi lado. Se lo notaba apresurado y con algunos papeles en la mano. De
repente, recibe una llamada. Tomé interés al oír dos cosas significativas.
Primero, conversaba con una mujer, que en definitiva lo mal-trataba como a un
vasallo, y segundo, se hablaba de transacciones de mucho dinero como 20 mil a
30 mil. La mujer decía en tono fuerte y molesto: ¡dónde fuiste inútil¡, quién
va ver la tienda, debías enviar a la juanita a que vaya, ¡para que vas a perder
el tiempo allí¡. El hombre replicaba: estoy yendo a cobrar, tengo que dar la
factura. Ella repetía: ¡este sonso¡, un verdadero inútil es. Volvé rápido.
¿Cuánto es la factura? Él: Es 24 mil. Ella, es 28, ni eso sabes. Que me hagas
perder, vas a ver que te voy a hacer. Y
así siguieron. La mujer colgó el teléfono. Después de un momento, vuelve a
llamar otra mujer. Ella dice, más tranquila: papi, la mamá dice cuánto es la
factura, mientras la otra mujer gritaba de fondo: ¡preguntale a ese sonso¡.
Finalmente, toma el teléfono y pregunta: ¿Dónde estás?, baja ahora mismo y vas
a volver. El hombre no dice más, y tan sólo obedece.
Este hecho es
significativo por dos razones. Primero, la mujer ejerce el papel dominante y
violento, y segundo, no es una mujer pobre.
Aunque se tenga
estudios superfluos sobre la burguesía aymara emergente (qamiri), se sabe que
tiene rostro de mujer; ella manda, dispone; y el hombre es tan solo un
complemento secundario, un empleado más. Aunque este episodio sea breve, no
concuerda con la descripción de la “mujer oprimida y pobre” del “feminismo
blanco”, que a veces se repite sin mucho criterio. Una cualidad del
colonialismo que también afecta a la cuestión de género.
Ciertamente, también
está el extremo de mujeres aymaras sometidas y violentadas, sobre lo que abunda
información y no trataré aquí.
No obstante, ambos
casos abren la discusión sobre la supuesta posibilidad de sororidad entre
mujeres de distintas clases sociales y orígenes culturales.
El feminismo tiene
varias corrientes, desde las más razonables hasta las extremistas. Desde luego, así como no se puede apoyar, ni
alentar la misoginia (odio a las mujeres), tampoco la misandria (odio a los
hombres). Entre ellas, tenemos las posiciones críticas como el feminismo negro,
con su representante: Angela Davis, de la cual tomaré algunas ideas para
aplicarlas a nuestro contexto.
Básicamente, ella
insertó en la discusión el “racismo discreto” del “feminismo blanco” en el
contexto colonial norteamericano.
Asumo que esta
lectura no ha sido considera en la discusión de género en el mundo colonial
boliviano, ya que no encuentro referencia al respecto. La triple discriminación
hacia las mujeres indias es muy similar al de las mujeres negras. ¿Por qué no
se hará algo como el feminismo negro en estas tierras?
Mujeres aymaras y hombres
“Es mejor ser
esclava de un hombre blanco educado que de uno negro degradado e ignorante”[i]
Esta era la opinión de Elizabeth Stanton en 1865 sobre la crucial cuestión de
la participación del voto de los negros, justo en el momento en que era: “la
hora de los negros” en EE UU.
Así como es la hora
de los indios en Bolivia, la opinión se asemeja en los círculos “feministas
blancos” en nuestro contexto.
Preguntemos: ¿el
hombre aymara es igual de machista al “hombre blanco”? ¿Están en las mismas
condiciones de ejercer el machismo?
También cabe
preguntar: ¿dentro del patriarcado los hombres tienen los mismos privilegios en
tanto las mujeres? Pensemos aún más: ¿un hombre aymara pobre, y hasta quizá
rico, podría tener los mismos privilegios o ventajas sobre una mujer blanca en
Bolivia? (ejemplo basado en los núcleos económicos del país). Resulta poco
usual. El asunto se complejiza más si revisamos el problemático mestizaje.
De acuerdo al
pequeño relato con que iniciamos, al parecer no puede establecerse una
generalización.
Es más, un tipo de
“feminismo blanco”, ha denunciado, ha creado el mito del “violador negro”. Tal se
replica en nuestra región, como el “violador indio”.
Sin embargo, este
asunto ha sido esclarecido por el feminismo negro de la siguiente manera:
“El mito del
violador negro de la mujer blanca es la réplica del mito de la mujer negra
descarriada. Ambos están concebidos para exculpar y facilitar la perpetuación
de la explotación de los hombres y de las mujeres negras”[ii]
¿Cómo debería responder
la mujer aymara ante similar situación?
Evidentemente, no
se puede negar la violencia existente en el núcleo familiar y de relaciones
aymara. Pero generalizar el machismo con las mismas cualidades en hombres de
distinto estrato cultural no es adecuado. Más considerando cuando se usa como arma
de opresión colonial. En este sentido, el “racismo es sustento del sexismo”.
Entender los altos
índices de violencia tendrá que ver con más aspectos que el simplismo “blanco” de
crítica al patriarcado.
En colación a este
caso, se acusa también al indio de preferir a la mujer blanca que a la india. Y
esto ha sido recurrente.
El asunto de trauma
psicológico colonial fue bien expuesto por A. Memmi y F. Fanon. No obstante, se
ha hecho eco de esto con otro propósito por un tipo de “feminismo colonial”.
“El negro [indio]
alberga un deseo incontrolable de
mantener relaciones sexuales con la mujer blanca”[iii].
Y este fue el argumento para justificar su bestialidad y por consiguiente su
linchamiento.
Salvando las diferencias,
no se puede aplicar en la actualidad un linchamiento físico, pero sí el mediático.
Existen varios ejemplos de cómo se han destruido o intentado destruir
movimientos indios, con o sin razón, con este justificativo.
¿Por qué el indio
(la india) prefiere al blanco(a)? ¿Esto desmerece al indio y su movimiento?
Mujeres aymaras y
otras mujeres
Otro asunto no
discutido es el de la diferencia entre mujeres aymaras y otras mujeres. Las que
tienen el poder como las blancas y las que comparten la opresión colonial, las
del oriente y las negras.
“Para usted
señorita Anthony es perfectamente tratar a los negros como seres iguales, pero
yo me niego a tomar un dictado de una mujer de color”[iv]
¿Cómo debería responder
la mujer aymara ante similar situación?
Hace un par de años
atrás, salió en un medio periodístico una fotografía de una modelo magnífica y
una mujer del norte Potosí, con una frase que más o menos rezaba así: “mundos
distintos, pero con la misma opresión patriarcal”. Esta absurda comparación
suele también ser repetida sin más, a sabiendas que la mujer aymara no goza ni
tiene las mismas condiciones de vida que la “mujer blanca”.
Y aunque las cosas
vayan cambiando de acuerdo al contexto, la mujer blanca, que además es modelo,
no solo que probablemente no sufre a causa del patriarcado, sino que se
beneficia de él.
No estamos en la
época de la ex miss Bolivia que distinguía “hay blancas, altas, que saben
inglés…” ni tampoco es generalizada la escena final de la película de zona Sur,
donde una mujer aymara le compra la casa a la mujer blanca. Sin embargo, es
evidente que las mujeres aymaras no sufren el patriarcado de la misma manera
que las blancas. Aquí la supuesta sororidad no aplica llanamente. El patriarcado
se halla mediado y condicionado por el colonialismo.
Hay una diferencia
que se oculta o se encubre para no deslegitimar la sororidad, porque también
existe racismo entre las mujeres ( y quizá más feroz). No es solo coincidencia que el índice de
violencia sea mayor en el mundo rural y periurbano indio. Ni tampoco que los movimientos
feministas estén guiados por mujeres “blancas”.
Con respecto a la doble
o triple discriminación, la mujer aymara sobrelleva, además, el peso de su
cuerpo, no solo por el estereotipo de cosificación de la” mujer perfecta” que se
hace difícil alcanzar, sino porque sencillamente se hace casi imposible
considerando los rasgos fenotípicos, es decir, implica el cambio de raza. Por eso mismo, tenemos un certamen de belleza
para unas y otro distinto para otras. Quizá aquí puede aplicar también la
solución de la negritud norteamericana: black ist beatiful. Otro asunto
pendiente.
Pero parece muy
complicado hablar sobre el cuerpo y la belleza. Primero, porque las mujeres "blancas" se
escandalizan cuando su “belleza” no es la primera consideración, segundo,
porque las aymaras también se escandalizan cuando se trata de establecer un
canon de belleza propio. ¿Imitando a las primeras?
Sobre la
cuestionante de las “blancas”, no es muy difícil de comprender, no aceptan
perder el privilegio que tienen. Pero ¿por qué cuestionan las mujeres indias?
Mujeres aymaras y
mujeres aymaras
Por último, pero no
finalmente, es necesario distinguir en su variedad a la warmi aymara, que desde
luego no es un conjunto uniforme.
Se puede realizar
la siguiente clasificación: la campesina, del altiplano y la colonizadora
(Yungas, Chapare, oriente); la profesional y la comerciante. Dependiendo de la
locación y su actividad, el grado de sufrimiento o empoderamiento varía.
Volviendo al inicio,
es notable la diferencia de un tipo de mujer aymara que no solo no sufre el machismo,
sino que se empodera y quizá vive un “matriarcado”.
Allí, por ejemplo,
al igual que en los hombres, la diferencia económica y social no importa tanto,
pero sí el carácter o la personalidad. Así como describe Darwin al macho alfa,
estamos frente a una matrona, una mama huaco. De ella
no tenemos estudios necesarios desde la teoría de género.
¿Cuáles serían?
Un ejemplo
histórico de esta mujer fue Bartolina Sisa, y, sobre todo, Gregoria Apaza, la
generala Aymara. Pero también existen muchos ejemplos y experiencia en
diferentes grupos sociales. Experiencia de la es necesario abstraer lo
significativo.
Esto no quiere
decir que no se deba hablar, informar y denunciar los asuntos de las mujeres
que sufren el patriarcado y el racismo, sino un cambio de perspectiva, donde también
se valore e incentive a la mujer que, pesar de todo, logra imponerse.
Para concluir, se
comprueba que existe un tipo de “feminismo blanco” cómplice con el colonialismo,
que no representa cabalmente a la warmi Aymara; razón por la cual se debe
re-pensar una teoría del género desde la warmi Aymara para ella misma. Pensar
en el cómo conectar la cuestión de nación con la de género. Pero no tan solo
para ella, porque, aunque resulte inconveniente y difuso, el mundo Kolla/Aymara
es uni-dual.
¿Qué impide a las
aymaras pensar por sí mismas y proponer una teoría de género propia?
Ojalá estas
palabras y preguntas sirvan de incentivo para un prolífica discusión y diálogo
pendientes.