sábado, 30 de abril de 2022

Mujer Aymara y feminismo

 

Por: Pablo Velásquez [1]


Hace un tiempo alguna “feminista” criticó al indianismo como simplista por su concepción sobre la mujer.  Más allá de esa opinión, quedó en claro que no existe una posición indianista (katarista) manifiesta sobre la cuestión de género, o si se prefiere, un “feminismo indianista”.

Ya que ninguna indianista o katarista (si las hay) se atreve a responder, tomo la tarea de iniciar la discusión sobre algunas cuestiones centrales. Está claro que no puedo abordar todo lo necesario, ni agotarlo, y que me restringiré a hablar sobre la mujer Aymara.

Para entrar en el tema, relataré un hecho que no podría ser catalogado como un caso de “mujer oprimida”.

Un día en el transporte público en la ciudad de El Alto, me embarqué en los minibuses que suelen transitar allí. Una vez lleno de pasajeros, un hombre algo común se sentó a mi lado. Se lo notaba apresurado y con algunos papeles en la mano. De repente, recibe una llamada. Tomé interés al oír dos cosas significativas. Primero, conversaba con una mujer, que en definitiva lo mal-trataba como a un vasallo, y segundo, se hablaba de transacciones de mucho dinero como 20 mil a 30 mil. La mujer decía en tono fuerte y molesto: ¡dónde fuiste inútil¡, quién va ver la tienda, debías enviar a la juanita a que vaya, ¡para que vas a perder el tiempo allí¡. El hombre replicaba: estoy yendo a cobrar, tengo que dar la factura. Ella repetía: ¡este sonso¡, un verdadero inútil es. Volvé rápido. ¿Cuánto es la factura? Él: Es 24 mil. Ella, es 28, ni eso sabes. Que me hagas perder, vas a ver que te voy a hacer.  Y así siguieron. La mujer colgó el teléfono. Después de un momento, vuelve a llamar otra mujer. Ella dice, más tranquila: papi, la mamá dice cuánto es la factura, mientras la otra mujer gritaba de fondo: ¡preguntale a ese sonso¡. Finalmente, toma el teléfono y pregunta: ¿Dónde estás?, baja ahora mismo y vas a volver. El hombre no dice más, y tan sólo obedece.

Este hecho es significativo por dos razones. Primero, la mujer ejerce el papel dominante y violento, y segundo, no es una mujer pobre.

Aunque se tenga estudios superfluos sobre la burguesía aymara emergente (qamiri), se sabe que tiene rostro de mujer; ella manda, dispone; y el hombre es tan solo un complemento secundario, un empleado más. Aunque este episodio sea breve, no concuerda con la descripción de la “mujer oprimida y pobre” del “feminismo blanco”, que a veces se repite sin mucho criterio. Una cualidad del colonialismo que también afecta a la cuestión de género.

Ciertamente, también está el extremo de mujeres aymaras sometidas y violentadas, sobre lo que abunda información y no trataré aquí.

No obstante, ambos casos abren la discusión sobre la supuesta posibilidad de sororidad entre mujeres de distintas clases sociales y orígenes culturales.

El feminismo tiene varias corrientes, desde las más razonables hasta las extremistas.  Desde luego, así como no se puede apoyar, ni alentar la misoginia (odio a las mujeres), tampoco la misandria (odio a los hombres). Entre ellas, tenemos las posiciones críticas como el feminismo negro, con su representante: Angela Davis, de la cual tomaré algunas ideas para aplicarlas a nuestro contexto.

Básicamente, ella insertó en la discusión el “racismo discreto” del “feminismo blanco” en el contexto colonial norteamericano.

Asumo que esta lectura no ha sido considera en la discusión de género en el mundo colonial boliviano, ya que no encuentro referencia al respecto. La triple discriminación hacia las mujeres indias es muy similar al de las mujeres negras. ¿Por qué no se hará algo como el feminismo negro en estas tierras?

Mujeres aymaras y hombres

“Es mejor ser esclava de un hombre blanco educado que de uno negro degradado e ignorante”[i] Esta era la opinión de Elizabeth Stanton en 1865 sobre la crucial cuestión de la participación del voto de los negros, justo en el momento en que era: “la hora de los negros” en EE UU.

Así como es la hora de los indios en Bolivia, la opinión se asemeja en los círculos “feministas blancos” en nuestro contexto.

Preguntemos: ¿el hombre aymara es igual de machista al “hombre blanco”? ¿Están en las mismas condiciones de ejercer el machismo?

También cabe preguntar: ¿dentro del patriarcado los hombres tienen los mismos privilegios en tanto las mujeres? Pensemos aún más: ¿un hombre aymara pobre, y hasta quizá rico, podría tener los mismos privilegios o ventajas sobre una mujer blanca en Bolivia? (ejemplo basado en los núcleos económicos del país). Resulta poco usual. El asunto se complejiza más si revisamos el problemático mestizaje.

De acuerdo al pequeño relato con que iniciamos, al parecer no puede establecerse una generalización.

Es más, un tipo de “feminismo blanco”, ha denunciado, ha creado el mito del “violador negro”. Tal se replica en nuestra región, como el “violador indio”.

Sin embargo, este asunto ha sido esclarecido por el feminismo negro de la siguiente manera:

“El mito del violador negro de la mujer blanca es la réplica del mito de la mujer negra descarriada. Ambos están concebidos para exculpar y facilitar la perpetuación de la explotación de los hombres y de las mujeres negras”[ii]

¿Cómo debería responder la mujer aymara ante similar situación?

Evidentemente, no se puede negar la violencia existente en el núcleo familiar y de relaciones aymara. Pero generalizar el machismo con las mismas cualidades en hombres de distinto estrato cultural no es adecuado. Más considerando cuando se usa como arma de opresión colonial. En este sentido, el “racismo es sustento del sexismo”.

Entender los altos índices de violencia tendrá que ver con más aspectos que el simplismo “blanco” de crítica al patriarcado.

En colación a este caso, se acusa también al indio de preferir a la mujer blanca que a la india. Y esto ha sido recurrente.

El asunto de trauma psicológico colonial fue bien expuesto por A. Memmi y F. Fanon. No obstante, se ha hecho eco de esto con otro propósito por un tipo de “feminismo colonial”.

“El negro [indio] alberga un deseo incontrolable  de mantener relaciones sexuales con la mujer blanca”[iii]. Y este fue el argumento para justificar su bestialidad y por consiguiente su linchamiento.

Salvando las diferencias, no se puede aplicar en la actualidad un linchamiento físico, pero sí el mediático. Existen varios ejemplos de cómo se han destruido o intentado destruir movimientos indios, con o sin razón, con este justificativo.

¿Por qué el indio (la india) prefiere al blanco(a)? ¿Esto desmerece al indio y su movimiento?

Mujeres aymaras y otras mujeres

Otro asunto no discutido es el de la diferencia entre mujeres aymaras y otras mujeres. Las que tienen el poder como las blancas y las que comparten la opresión colonial, las del oriente y las negras.

“Para usted señorita Anthony es perfectamente tratar a los negros como seres iguales, pero yo me niego a tomar un dictado de una mujer de color”[iv]

¿Cómo debería responder la mujer aymara ante similar situación?

Hace un par de años atrás, salió en un medio periodístico una fotografía de una modelo magnífica y una mujer del norte Potosí, con una frase que más o menos rezaba así: “mundos distintos, pero con la misma opresión patriarcal”. Esta absurda comparación suele también ser repetida sin más, a sabiendas que la mujer aymara no goza ni tiene las mismas condiciones de vida que la “mujer blanca”.

Y aunque las cosas vayan cambiando de acuerdo al contexto, la mujer blanca, que además es modelo, no solo que probablemente no sufre a causa del patriarcado, sino que se beneficia de él. 

No estamos en la época de la ex miss Bolivia que distinguía “hay blancas, altas, que saben inglés…” ni tampoco es generalizada la escena final de la película de zona Sur, donde una mujer aymara le compra la casa a la mujer blanca. Sin embargo, es evidente que las mujeres aymaras no sufren el patriarcado de la misma manera que las blancas. Aquí la supuesta sororidad no aplica llanamente. El patriarcado se halla mediado y condicionado por el colonialismo.

Hay una diferencia que se oculta o se encubre para no deslegitimar la sororidad, porque también existe racismo entre las mujeres ( y quizá más feroz).  No es solo coincidencia que el índice de violencia sea mayor en el mundo rural y periurbano indio. Ni tampoco que los movimientos feministas estén guiados por mujeres “blancas”.

Con respecto a la doble o triple discriminación, la mujer aymara sobrelleva, además, el peso de su cuerpo, no solo por el estereotipo de cosificación de la” mujer perfecta” que se hace difícil alcanzar, sino porque sencillamente se hace casi imposible considerando los rasgos fenotípicos, es decir, implica el cambio de raza.  Por eso mismo, tenemos un certamen de belleza para unas y otro distinto para otras. Quizá aquí puede aplicar también la solución de la negritud norteamericana: black ist beatiful. Otro asunto pendiente.

Pero parece muy complicado hablar sobre el cuerpo y la belleza. Primero, porque las mujeres "blancas" se escandalizan cuando su “belleza” no es la primera consideración, segundo, porque las aymaras también se escandalizan cuando se trata de establecer un canon de belleza propio. ¿Imitando a las primeras?

Sobre la cuestionante de las “blancas”, no es muy difícil de comprender, no aceptan perder el privilegio que tienen. Pero ¿por qué cuestionan las mujeres indias?

Mujeres aymaras y mujeres aymaras

Por último, pero no finalmente, es necesario distinguir en su variedad a la warmi aymara, que desde luego no es un conjunto uniforme.

Se puede realizar la siguiente clasificación: la campesina, del altiplano y la colonizadora (Yungas, Chapare, oriente); la profesional y la comerciante. Dependiendo de la locación y su actividad, el grado de sufrimiento o empoderamiento varía.

Volviendo al inicio, es notable la diferencia de un tipo de mujer aymara que no solo no sufre el machismo, sino que se empodera y quizá vive un “matriarcado”.

Allí, por ejemplo, al igual que en los hombres, la diferencia económica y social no importa tanto, pero sí el carácter o la personalidad. Así como describe Darwin al macho alfa, estamos frente a una matrona, una mama huaco.   De ella no tenemos estudios necesarios desde la teoría de género.

¿Cuáles serían?

Un ejemplo histórico de esta mujer fue Bartolina Sisa, y, sobre todo, Gregoria Apaza, la generala Aymara. Pero también existen muchos ejemplos y experiencia en diferentes grupos sociales. Experiencia de la es necesario abstraer lo significativo.

Esto no quiere decir que no se deba hablar, informar y denunciar los asuntos de las mujeres que sufren el patriarcado y el racismo, sino un cambio de perspectiva, donde también se valore e incentive a la mujer que, pesar de todo, logra imponerse.

Para concluir, se comprueba que existe un tipo de “feminismo blanco” cómplice con el colonialismo, que no representa cabalmente a la warmi Aymara; razón por la cual se debe re-pensar una teoría del género desde la warmi Aymara para ella misma.   Pensar en el cómo conectar la cuestión de nación con la de género. Pero no tan solo para ella, porque, aunque resulte inconveniente y difuso, el mundo Kolla/Aymara es uni-dual.

¿Qué impide a las aymaras pensar por sí mismas y proponer una teoría de género propia?

Ojalá estas palabras y preguntas sirvan de incentivo para un prolífica discusión y diálogo pendientes.



[1] Estudio filosofía y es  precursor del Nacionalismo Aymara



[i] Davis, Angela. Mujeres raza y clase. Madrid: Akal, 2005. pg. 77

[ii] Ídem pg. 177

[iii] Ídem pg. 183

[iv] Ídem pg. 115

domingo, 24 de abril de 2022

Los alteños también escriben

Comentario al texto: Los hijos de Goni de Quya Reyna

Por: Pablo Velásquez M.

Generalmente no leo literatura boliviana porque desde hace mucho tiempo llevo el prejuicio de que todo en Bolivia es siempre  un remedo. El eco o a veces cacofonía no solo que no es agradable, sino que merma la capacidad intelectiva. Pero el texto de Quya Reyna, Los hijos de Goni, me ha generado el suficiente interés para leerlo y criticarlo. Me interesa saber mucho sobre qué escriben los alteños y cómo se perciben así mismos.

La idea maestra del texto es una invitación a hablar sobre la ciudad de El Alto.

Para este propósito es necesario realizar, al menos, una revisión de la autora, el público, el texto y el contexto.

*****

Por lo primero, Quya Reyna (pseudónimo de Reyna Maribel Suñagua Copa) escribe de manera controversial.

Recientemente se difundió algunas declaraciones suyas en varias plataformas y medios. Ella dijo: “Santa Cruz, morena e india, va a desplazar a la élite cruceña”, lo que generó varias simpatías y mucha animadversión. Pero la élite cruceña no se inmutó, tampoco la población migrante kolla.

Los únicos que reaccionaron por la insolencia fueron los “cambalanes” o grupo de radicales. También los simpatizantes de grupos de activistas y progres que defienden a la autora. Curiosamente, no se defiende sus ideas, nadie adscribió a ellas, solo defendieron a la “pobre alteña”.

 Este no es el espacio para discutir el tema, la idea no es nueva, la planteó F. Untoja hace mucho tiempo; pero sí lo hizo Quya Reyna y en Santa Cruz. Por sus declaraciones algunos suponen que el libro trata sobre política, descalificándolo de inmediato, y otros, validándolo por el mismo motivo.

¡No!, el libro no trata sobre esas declaraciones.

Pero algo es claro, Quya Reyna, de la misma forma en que escribe, habla.  Tiene un importante valor el decir y escribir las cosas en el tiempo preciso.

Eso es justamente lo que hizo el 2019 con el relato: “Déjame llorar”, en relación al lamento de una generación por la caída de Evo Morales. Aquel escrito reflejó el sentir de muchos alteñas y alteños que veían como su más caro anhelo se esfumaba tan rápido y tan pronto.

Eso es lo que escribe Maribel Suñagua.

Claramente, su relato es social y encarnizado. Cuando escribe en algún post de sus redes sociales, siempre se ve una posición política que puede caracterizarse como alteña, popular y aymara.  Aunque, algunas veces, surge el discurso del feminismo e indianismo.

Quizá por esa capacidad de transmitir lo que cierta parte de la población quiere, es la razón por la que ha logrado cierto re-conocimiento en corto tiempo.

Como “buena alteña”, Suñagua se ha propuesto escribir desde El Alto; pero, ¿escribe para El Alto?  ¿Escribe para los alteños?

Ocasionalmente, la oí quejarse dramáticamente porque los alteños no la leen, sino los otros, los “jailones”.

Otra vez, la cuestión es importante, ¿Lo está logrando? ¿Qué se hace para escribir para los alteños? ¿Qué se hace para que te lean? ¿Leen los alteños?

                                                           *****

Con esto paso al público, que puede caracterizarse de varias formas. Pero el corolario es: no hay una tradición literaria en El Alto.

Claro: ¿Cómo podría haberla en apenas 30 años de existencia? ¿Cómo podría haberla, si el indio recién empezó a leer después del 52? ¿Cómo podría haberla, si el aymara recién ingresó a la universidad en los 80s?

A pesar de todo, la ciudad de El Alto es la segunda ciudad en economía y población de Bolivia. Pero no lo es en tradición literaria, ni se lo debe a ella.

En letras:

En El Alto no se lee, y si lee, se lee mal.

El panorama de la lectura en Bolivia no es alentador ciertamente.  J. Komadina en 2018, indica que, en el eje troncal, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, 43% de la población afirma que no leyó un libro en todo el año. Se evita leer novelas, cuentos y poesía.  Quienes compran más libros se hallan en La Paz con 71%, los cruceños 67% y apenas un 30% los cochabambinos.

Datos más recientes del 2020, para la cámara departamental del Libro de La Paz, muestran que hay una leve mejora en el hábito de lectura, de 48 a 46% de gente que no lee ningún libro al año. Y según esta fuente, el grupo etario lector, es el más joven de 18 a 25 años.

En general, la mayoría de la población no lee en Bolivia, de lo cual es participe la ciudad de El Alto, a pesar de que no hay datos concretos.

Pero temo por mi experiencia (de docente y corrector de textos) que el resultado puede ser catastrófico. En los últimos años y reiteradas pruebas, un 90% demostró tener problemas de lectura, desde la incapacidad para la pronunciación hasta la total inaprehensión de los contenidos.

Y si no se lee, tampoco se escribe, o se lo hace defectuosamente. El problema no es solo en el nivel primario o universitario, también lo es en el nivel profesional: médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, etc. comparten el flagelo, a la vez que PhD (s) y MSc (s) no pueden escribir un párrafo correctamente. Muchos de ellos conseguidos por el favor o la discriminación positiva. El Alto como capital de la nación Aymara, es su fiel reflejo.

Y sobre la adquisición de textos, no hay la “voluntad” suficiente para comprar un libro. En El Alto se tiene el “complejo de pobre”, todo debe ser a mitad de precio o regalado. Y no es que no haya capacidad económica realmente, solo no se compra literatura “que no es necesaria u obligatoria”.

Para consuelo, sí, siempre hay excepciones.

Esto me recuerda a algunas anécdotas ejemplares sobre esta incapacidad:

Una, en un curso de educación superior. Como es costumbre, el docente a cargo manda a organizar la repartición de tópicos para ponderar el conocimiento sobre determinado tema o autor. Todos en el curso anotaron el tema elegido y vino la primera presentación. Tras la revisión de algunos estudiantes, el docente se hacía más demandante, hasta que llegó el turno al estudiante al que se le designó la temática: las raíces del marxismo. Todo parecía en orden y, entonces, el docente leyó en voz alta: “qué es raíz, cuántos tipos de raíces hay, la raíces y las plantas, etc.”, y luego, exclamó: “Este es el peor trabajo que he visto en mi vida, has confundido todo.” Desde luego, el estudiante reprobó. Pero no era por mal estudiante, solo no sabía leer.

La otra es cuando fui echado como docente por hacer leer a los estudiantes. Como ingenuo pensé que podría dar algo más y dispuse que a fin de ofrecer más material y practicar lectura, leyéramos en cada cierre de tema algo en específico. Al cabo de medio mes, varios estudiantes fueron a quejarse a dirección pidiendo mi cambio. El director me llamó para pedir explicaciones y cesarme de mi docencia.  Él nunca se atrevió a decir que los estudiantes se quejaron porque les hacía leer (cómo podría en una casa de estudios), pero comprendí sus razones y le pregunté si era por ello, él solo asintió. Acepté su decisión y me fui con una sonrisa; me echaban porque los estudiantes no querían leer.

La segunda apreciación es que hay una actitud pusilánime y rastrera todavía persistente. Es decir, abundan los llunk'us, incluso en las letras.

Siempre que llega un autor reconocido o destacado, asoma el llunk’u para quedar bien, para fingir que comprende el tema con el invitado desde hace mucho y que, además, es su amigo, y no para de repetir nombres de autores que no ha leído y/o ni siquiera entiende: Ricouer, Deleuze, Derrida, Apel, Rorty, Bordieu, y toda la camada de franchutes y bochos. Toda una actitud ridícula que se tolera y hasta se aplaude.

Esta falta de crítica y auto-critica casi la hemos naturalizado, que cuesta identificar a quienes se desenvuelven con esta actitud. Y lo vuelvo a repetir, no solo causa vergüenza, sino repugnancia. No quiero imaginar cuánto mal hace esto a la construcción de un propio pensamiento.

Hay un prejuicio muy arraigado: El Alto tiene mucho corazón y poco cerebro, quizá se tenga motivo.  Al indio le ha costado sudor y sangre aprender a leer y escribir, pero no faltan, como no, para reafirmar el prejuicio, aquellos que pretenden evitar la racionalidad, y “volver” al sentipensamiento, a la comunidad, a lo popular, y, hasta lo ridículamente, áspero.

¿Hasta cuándo no habrá dignidad en nuestras acciones, palabras e ideas?

Tercero, fruto de la colonización prolongada y la complicación de la misma, en El Alto cunde el resentimiento, también en la literatura.

Y no me refiero al sano sentimiento de poder aniquilar al enemigo, al colonizador; ni tampoco al odio humano que se debe tener cuando se sufre una ofensa o ataque; sino a la imposibilidad de lograr esto, a la mediocridad de la incapacidad de poder ganar y la impotencia de aceptar su derrota. Ese re- sentimiento que lo mantiene entre hombre y animal: una bestia, es tan recurrente que hasta parece tradición. Se lee y escribe con resentimiento.

                                                           *****

 En cuanto al contexto:

Hace 10 años, los jóvenes no escribían, quienes lo hacían eran personajes externos y no jóvenes. Y los escritos sobre El Alto generalmente eran relatos sociales, crónicas rojas, estudios de caso, etc. aunque actualmente la tendencia aún se mantiene. Pero no había ningún rastro de literatura.

¿Y sobre qué se escribe ahora?

Los hijos de Goni continúa perteneciendo al relato social. Con la clara diferencia de que lo hace desde adentro y se trata de “literatura” propiamente.

Se encuentra en el abanico inusitado del “boom de la literatura alternativa” procedente de El Alto. ¿Será que son reconocidos como escritores por su buena “literaturalidad” o solo porque son “indios” que “saben escribir”?

En cuanto a Quya Reyna, ¿será que se lee su obra por su buena composición y su extraordinario lenguaje o solo porque es “mujer y alteña”?

Sea dicho de paso, en la corriente inclusivista, el nobel de literatura se otorgó sorpresivamente al tanzano Abdulrazak Gurnah, según el jurado, por su “penetración intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino del refugiado entre culturas y continentes”.

Los hijos de Goni es un relato y mirada sobre la vida de los alteños, sobre distintos tópicos y sí mismos. Un libro sobre la identidad en construcción de El Alto.

¡No es paceño, ni campesino: es alteño!

Y como toda identidad, la alteña es diversa. Existen dos grupos claramente diferenciados, aunque no separados.

En un grupo se encuentran: los comerciantes prósperos, los dueños de cholets, los hijos de profesionales, etc.: una “clase social emergente”. Y en el otro, los comerciantes de subsistencia, los que viven de oficios ocasionales, familias desamparadas, etc.: “los desposeídos”.

Usualmente los unos son parientes de los otros, y en cualquier momento los pudientes, de la noche a la mañana, pueden ser pobres o viceversa. Hay una fluyente movilidad social, no hay “clases medias”.

El libro de Quya Reyna en una prosa encarnada, (re)presenta al segundo conglomerado.

                                                           *****

Sobre texto y forma, Los hijos de Goni, trata de una crónica-relato social de forma periodística. Tal vez a consecuencia de la formación de la autora. Las crónicas recuerdan a una combinación de Paulovich en forma (ocurrencias y anécdotas) y Vizcarra en contenido (narrativa descarnada).  

De inicio, no me agrada la portada, el color e imagen son chocantes.  Me recuerda tanto a la onda populachera de Wayna Tambo y el Centro Trono, que contrariamente de ayudar a construir una imagen alteña “positiva”, se ha cargado del estigma cholo: grotesco, al ensalzar la carencia y sus manifestaciones. Creo que ese “estilacho” es pernicioso.

Los colores usados llevan consigo una semiótica sicodélica: del gran poder, de las casas y vestimenta de antaño, pero como impostura solo es una cacofonía.

El nombre podría ser más congruente, el libro no trata sobre los hijos de Goni, lo hace sobre los hijos de los enemigos de Goni. Quizá el intento del tropo literario falseó la intención.

Los 9 textos son inacabados. Se aventuran por el lenguaje detallista y a momentos los pierde de a poco. Como si faltara espacio, como si no hubiera tiempo. Algunos de ellos faltan desarrollarse, tienen múltiples posibilidades que son dejadas de lado. Tal cual la crónica periodística.

No hay orden, los relatos son independientes, con una única conexión, su autora. Cada uno es una diferente faceta de Maribel, el sujeto de la obra. ¿El Alteño promedio?

Su género y estilo es difícilmente clasificable, no es novela (aunque se trate de un solo sujeto), de rato en rato, parece cuento, pero no es ficción. Como crónica a veces se acerca a la confesión.

Una confesión muy íntima:

“Llego el tiempo en que la Irma y yo éramos una “señoritas”. Ambas continuábamos estudiando en el mismo colegio. Ella creció en estatura, su cuerpo se desarrolló bastante y, bueno, a mí… a mí solo me vino la regla y me crecieron vellitos.”

“La Adela estaba más preocupada por los extraños, como siempre, porque mi mamá siempre fue una de ellos.”

“… aunque, siendo sincera, era incómodo dormir en ese pedazo de trapos amontonados con los cuales me vestía…”

“Era experta en sacar dinero del mandil de mamá …Sí, lo sé, era un asco. Al final se hizo hábito”

Dejo a la psicología el discutir estos párrafos.

Su lenguaje es sencillo y claro, con un sello inconfundiblemente alteño. Solo un poco inaccesible a extraños. Un aymarañol o es un español aymarizado. Por eso todos sus personajes llevan la contemporánea redundancia de esa lengua y los populismos “alteños”. De los aymaras que no saben hablar aymara, pero no pueden (o no quieren) evitarlo.

“La Adela, El Juanito, La Maribel, La Zulma, La Elva…”

“khamaneo, q’ara, ch’alla, etc.”

Expresión de esto lo es también el pseudónimo de Maribel: Quya Reyna, doblemente Reyna. En aymara Quya significa Reyna, y la u se pronuncia como la o. Es raro (o no) que ningún comentarista mencionara esto.

En momentos, deja atrás todo lo anterior y logra una mejor composición literaria. Por eso su mejor crónica es Perro gris, donde la narrativa se desarrolla entorno a sí misma.

Leamos:

“Asomé la vista donde estaba el excremento, para al menos limpiarlo, pero noté que se había vuelto negro y, al observarlo más de cerca, sentí su sabor en mi lengua, entrando por mi garganta y mezclándose con el plato de lentejas que había comido. Los granos no digeridos subieron hasta mi garganta, empujados por el líquido ácido que ya sentía en mi paladar, y fueron expulsados por la nariz y la boca; a poco estaban de salir también por mis ojos.”

La combinación de signos y el correcto orden de palabras logra la catarsis (sentimiento). Desde luego, el sentimiento, como se trata de una narrativa intima, se replica constantemente a lo largo del libro.

La verdad yo prefiero Es culpa de la colonización. Cuando leo este fragmento:

“¿Pero qué has traído? ¡Esto no es Camila, es Camela!”

Veo una paradoja existencial, una ontología en una letra. Pero lamentablemente, el testimonio queda a medias.

Por qué preferir este y no aquel, tal vez la diferencia radica en las prioridades. A unos les interesan los perros, a otros, la colonización.

Volviendo al libro, la escritura de Quya Reyna en el transfondo es traicionada por su postura política o su antipatía social.

“No, esto no es una serie norteamericana de familias blancas (en) donde todo termina con una lección de amor y empatía.”

“Pienso que por eso los alteños y alteñas no necesitan tener mucho para recibir más de esta ciudad. Es que no hay receta para ser como somos, no estamos determinados, somos lo que somos…”

Al respecto, se puede interrogar:

¿No hay familias negras en EEUU?;¿La moralidad solo es de los blancos?; ¿Solo ellos conocen el amor y la empatía?; ¿Odio y egoísmo son malos?

A pesar de todo, el relato autentico y encarnizado siempre vuelve a emerger. Su mayor cualidad, su potencial como escritora.

 “Cuando estoy confundida por cosas que no entiendo si están bien o mal; La Adela es como la brújula que me indica a donde dirigirme”

“El comercio nos unía más que una celebración con panetón, picana o fricase en una mesa.”

“De mi papá aprendí que en la vida (o) vendes o compras”

“Ya no aguantaba.  Decidí volver A Villa Dolores, ya extrañaba gritar. ¡Llévese caserrro, caserrrra!”

¡Humanismo puro!

Ese potencial se extiende tanto que a veces refleja traumas y complejos irresueltos.

No sé si una exacerbación de la carencia, pero sí una reiteración persistente.

“En mi casa no teníamos dinero para comprar carne…”;

“En mi casa ni había dinero ni para comprar cuadernos…”;

“Y es que en mi casa, no tomábamos ni leche…”

“El mayor regalo que nos había otorgado mi papi, era la miseria en que vivíamos…”

Cuánto se puede hablar de la pobreza. ¿Es un espectáculo para el lector sobre la miseria? Un porno-miseria.

Y he aquí el resentimiento, una relación problemática con el otro:

“Al salir de esa casa, no quise verlas, oculté mis manos debajo de mis mangas otra vez. Subimos al minibús con mi papá. Sentí de nuevo que todos miraban mi cara, miraban mis manos, así que las metí entre mis axilas, cubiertas por mis mangas. Miraba por la ventana, con el deseo de subir rápido a El Alto”

¿El Alto es un mundo aparte? Y qué de La Paz, otra región, otro país.

¿Dónde queda el cosmopolitismo Kolla?

Siendo otro mundo El Alto, qué se comparte. Un lugar mejor o misma carencia.

“porque mi tío Félix era más blancón”

 “Yo veía por la ventana y las casas eran cada vez más bonitas. Cuando a veces pasábamos por el Prado, no podía creer que tuvieran cines como en las películas, los jardines eran muy coloridos, las plazas eran diferentes y, mientras más nos adentrábamos en esas calles y avenidas, (más) diferente también era la gente, más blancona ”

“Siempre había genta blancona y sentía que me miraban”

“Al principio, mi papá pensaba que solo el q’ara tenía plata y por eso es que se les debía dar los productos a precio normal o más caro (como forma de justicia social por nuestros antepasados aymaras)”

“Más blancón” es la clara referencia a la escala pigmentocrática del cotidiano también presente en el colonizado, ante lo cual existe su contraparte, “más indio”.

Frente a este cuadro dramático, su lenguaje explota con un humor negro y mordacidad.

“Perro de Goni”

Este doble sentido causa tanta risa que queda grabada en la memoria.

“Y es que en el negocio no puedes estar hueveando ni perdiendo el tiempo… tienes que ser jodidamente rápida”

“Es culpa de los españoles por la colonización, pero sobre todo por sus pésimos gustos musicales”

Y como se trata de una obra social, no puede faltar el lenguaje corriente y prosaico:

“¿Quién deja de cagar en el mundo?”

“Vivimos de la caca”

“Listo para pegarme en el poto pelado”

“Después de eso, no había año en que mi papá no hablara de lo cojudo que se sentía por haberle dicho al Huicho sobre lo de Villa Dolores.”

Hasta aquí una sucinta caracterización de la obra Los hijos de Goni de Quya Reyna, que es un espejo de la identidad alteña.

Volviendo al asunto central del libro: Ergo, ¿esta es la identidad alteña?

Construida por la carencia y la improvisación, ¿lo popular y marginal?, o la otra, ¿una clase social emergente? Aunque ninguna logra constituir una identidad fuerte que se imponga como la identidad alteña.

Quya como escritora se encuentra al medio, los escritores e intelectuales populares siempre se encuentran entre ambos extremos.

Pasar del caso social a la literatura significa avance, pero insuficiente. No queremos, como sucede hoy, que cualquier texto aymara o texto alteño sea considerado tan solo una curiosidad, un mero exotismo que se expresa con sarcasmo en la frase: “los alteños también escriben”.

Por el contrario, ojalá la literatura que escriban los alteños sea invocada porque es buena literatura. Y sea, además, un propósito etnocéntrico de referencia para construir, afirmar y mejorar la identidad para sí.

No, no es como dice el libro: “no hay receta para ser como somos, no estamos determinados, somos lo que somos…”

Más allá de la contradicción de la frase, El Alto necesita determinar lo que es, lo que somos, para tener una identidad fuerte que nos haga reconocibles como “alteños”.

Sunimarka, abril 2022

 

jueves, 7 de abril de 2022

indios y cristianismo

 


Una relación creciente: 

indios y cristianismo

Por: Pablo Velásquez M.[1]

 

Un dato poco tomado en cuenta en los estudios sobre el indio y los movimientos indios es el aspecto de las creencias, cuya labor ética perfila, muchas veces, a sus líderes políticos.

Ya Max Weber había explicado la relación entre la ética cristiana y la economía capitalista, sin profundizar en la relación con la política, cuya influencia es vital en los padres de la patria de Estados Unidos y su estado. 

 

Con las consideraciones diferentes al caso anterior y en un contexto diferente, el indio se ha relacionado con el cristianismo más de lo que se piensa, teniendo consecuencias aún imprevistas.

 

El origen protestante de los indios políticos

 

El indianismo y el katarismo han sido la cimiente de la política india, formando ideología y cuadros desde su concepción ¿Cuál la relación de los mismos con la religión cristiana?

 

Si bien en la opinión general los indianistas se han caracterizado por ser críticos a occidente, incluyendo la religión, católica cristiana, el origen de sus precursores es protestante.

 

El mismo Fausto Reinaga, mentor del indianismo, fue participe del Ejército de Salvación, que él mismo reconoce en su autobiografía: “Aparecí en Oruro,  dentro de la grey de Lutero,  con  fervor delirante me abrace al Ejército de Salvación” (2014: 62)

Aunque también en el mismo texto, páginas antes, menciona que fue creyente del Señor de Laguna.

 

El Ejército de Salvación llegó a Bolivia en 1920, como muchas otras corrientes del protestantismo.

Dentro del protestantismo, El Ejército de Salvación pertenece a la versión conservadora junto a metodistas, bautistas y luteranos. En cambio, una versión más abierta se encuentra entre la iglesia Adventista del séptimo día y las Asambleas de Dios.

Los metodistas llegaron a Bolivia en 1906, los luteranos en 1898, los adventistas en 1920 y las Asambleas en 1952.

 

Precisamente, el padre del indianismo, Constantino Lima Chávez,  fue participe de la Iglesia Adventista,  llegando incluso a ser pastor de la misma.

Cómo lo haría y el por qué, son preguntas que no tienen respuesta. En su autobiografía Lima no menciona nada sobre este episodio de su vida, de hecho, salta casi toda su juventud para llegar al indianismo a los 33 años.

 

Se rumorea que Lima fue a la escuela de la Iglesia Adventista, donde aparte de instrucción, recibió valores cristianos.  También se menciona que Samuel Coronel, otro miembro importante del indianismo, fue parte de la misma grey.

 

Este rumor tiene algo de verdad ya que la Iglesia Adventista para ganar feligreses abrió escuelas en las provincias. La primera escuela indigenal se creó en 1920, en Rosario, provincia Pacajes, justamente la provincia de Don Constantino Lima. 

 

Si bien es cierto que Reinaga y Lima abandonaron el protestantismo, la influencia pervivió en ambos.  En un examen de lenguaje de sus textos, Reinaga mantuvo a lo largo de su vida intelectual frases y lenguaje cristiano, como “la estrella de Belén” que caracteriza al indianismo.  Lo mismo ocurre con Lima, quien no escribió textos, pero en sus alocuciones puede advertirse esa prosa de pastor protestante.

 

Es preciso un estudio pormenorizado para ver cuánto el cristianismo ha influenciado en ellos y en el mismo indianismo.

Por lo pronto, si puede verse algo más profundo que la escritura, es en una moral intrínseca. A nivel personal tanto Reinaga como Lima fueron incansables profetas del indianismo, anunciando al indio la buena nueva ideológica. De la misma forma, el carácter mesiánico es indudable. Y aunque se busque en el pasado, el paraíso es también una promesa de la tierra sin mal. A la vez, el indianismo reinaguista o el comunitarista de ayllus, busca reemplazar la moral occidental por la moral incaica como base de la sociedad. Los 3 “amas” son un símil de los mandamientos que debe regir la vida política y social.

 

Pero la relación de los representantes indios con la fe protestante no se queda ahí.

 

Tanto la primera conferencia de Barbados, como la segunda, fueron auspiciadas por el Consejo Mundial de Iglesias, de raigambre protestante ecuménica(Portugal, 2016)

Otro ejemplo de relación con la religión fue el apoyo de la secta Bahai en la impresión y difusión de los primeros cuadros de Tupac Katari. (Hurtado, 1986)

 

Llama atención la relación del cristianismo protestante con el indianismo, pero la relación no es solo con ellos, los kataristas tuvieron gran cercanía con la iglesia católica.

 

Es reconocida la labor de radio San Gabriel, de fe católica, en la difusión de la conciencia política de los indios, en el campo hacia los 80, y su rol importante para difundir la lengua vernácula.  Pero no solo se limita a ello, sino a la difusión de la radio novela Tupaj Katari. Las ONGs CIPCA e INDICEP hicieron un gran apoyo para este propósito.

 

Los kataristas eran citados constantemente a los recintos de estas ONGs para recibir capacitación política y administrativa. Sin exagerar, el sindicalismo campesino se debe en gran medida a la formación de los kataristas en estos centros católicos.

Por eso, no es extraño que Víctor Hugo Cárdenas haya ingresado en la política leyendo un versículo bíblico, y también haya sido parte del plantel de CIPCA (Gianotten, 2006)

Más importante aún, es que el manifiesto de Tiwanaku de 1973 fue redactado por un sacerdote católico, Gregorio Iriarte.

 

Sin embargo, la diferencia entre el indianismo y el Katarismo fue la radicalidad y la domesticación.  Mientras el indianismo buscaba algún proyecto más autosuficiente, el Katarismo buscaba solo el reconocimiento. ¿Tendrá que ver esto con la influencia religiosa?

 

Todo hace suponer que esto se debe, entre otras cosas, al factor moral inherente. El indianismo con el protestantismo y el katarismo con el catolicismo. Y, tal vez, con la intención de esas creencias con el indio.

 

Los indios y el protestantismo

 

La historia delinea cual fue el papel que jugó la iglesia católica en la colonización; no obstante, a pesar de los años no ha variado mucho en su conducto, a excepciones de personajes.

 

Un ejemplo cercano de esta continuidad de la colonización se ha realizado en El Alto por el sacerdote Sebastián Obermaier. Y las recientes acciones de la iglesia católica en los hechos de 2019 los han separado todavía más del pueblo Kolla.

 

Eso no es extraño en la historia universal, la relación de la iglesia católica con regímenes autoritarios.  No debe olvidarse que el origen del Vaticano fue gracias al régimen fascista de Mussolini.

 

No obstante, a nivel local, la acción de las iglesias en relación con el pueblo indio ha sido diferente, esto si hacemos una comparación entre la iglesia protestante y la católica en su relación con el pueblo indio.

 

Algunos hechos son representativos para dilucidar este propósito.

 

La primera escuela indigenal se fundó en 1920 en Rosario, Provincia Pacajes, a cargo de la iglesia Adventista, mucho antes que Warisata (1938)

 

Existen dos radios vinculadas al pueblo indio en La Paz, radio San Gabriel y radio Cruz del Sur. La primera católica, la segunda protestante.

Radio Cruz del Sur fue fundada en 1949, antes que Radio San Gabriel (1955), aunque su ámbito y público es distinto, el primero urbano y el segundo rural.

En la actualidad existen al menos 4 teledifusoras protestantes en señal abierta, y la cantidad de radioemisoras de la misma filiación en la radio, AM y FM, es abrumadora.

 

No obstante, la gran diferencia se halla en la manera de relación que existe con el pueblo aymara. A pesar de la idea de sincretismo, la iglesia católica ha cerrado su contenido y doctrina.

Los medios católicos tratan de enculturar a la población aymara, siendo radio san Gabriel la única radio con programación en lengua vernácula. En cambio, las radios protestantes tienen toda una programación en idioma aymara.

 

De la misma forma, es un indicador importante, como todos los servicios de las iglesias protestantes tienen los denominados cultos en aymara, e incluso la homilía se realiza en el mismo idioma; mientras la fe católica cierra todas estas posibilidades en sus celebraciones religiosas.

 

En este sentido, la iglesia protestante se ha vinculado mejor con el pueblo indio. No solo en las rituales, sino también en la educación.

 

CALA (Comisión de alfabetización y Literatura Aymara) ha jugado un papel preponderante en la difusión y conservación de la lengua. Fundada en 1957, fruto de (ILV), emprende un camino de traducción bilingüe desde 1982. Su objetivo fue evangelizar –alfabetizar. Sin embargo, el proceso se invirtió, el protestantismo se aymarizó. Prueba de ello, el afamado himnario CALA, cuyo contenido es enteramente en lengua aymara, y con él, la biblia en aymara de acceso general.

 

Se requiere un estudio semántico sobre la traducción y el uso del lenguaje en esos instrumentos, pero, a primera vista, se puede decir que CALA contiene un aymara bello y poético, escaso en el cotidiano, y cuya carencia ha llevado a suposiciones erróneas sobre la lengua y el carácter indio.

Tanto CALA como el culto en aymara bien podrían considerarse como espacios de desarrollo cultural eficaces, mucho más que todo lo que el gobierno hace en sus dependencias.

 

Pero la aymarización de la iglesia protestante tuvo un desarrollo. Los fundadores de esa corriente religiosa tenían una visión distinta en su arribo. Negaban a la iglesia católica y a las creencias indias por igual. Desde luego esta negación incluía el idioma y diversas prácticas cotidianas como el compadrazgo y la rutucha. (Riviere-Canessa,2004)

 

Mas con el tiempo, la visión ecuménica y la nacionalización de estas denominaciones han hecho cambios visibles.

No solo en la lengua, sino también en otros aspectos.

Hoy en día, la música folclórica es parte de las sesiones religiosas, incluso, se puede hablar de que ritmos indios como el huayno son inevitables en cada celebración.

Hay una explosión musical dentro de esta corriente, dirigida fundamentalmente a sus miembros aymaras, principalmente mujeres de pollera, cuya primera lengua es el aymara (Esto echaría por tierra todo el complejo de que en la actualidad la mujer de pollera o chola es “mestiza” en nuestro contexto)

 

Por otra parte, el compadrazgo se ha mantenido en el creyente, incluso en el pastor, al cual le está prohibido. Los niños bautizados, al igual que los de rutucha (corte de pelo) tienen padrinos y madrinas; también los esposos recientes mantienen esa tradición.

Finalmente, en ese mismo ámbito, se ha reproducido el apthapi en todas sus reuniones y compartimientos.

 

Pero incluso, en lo referente a los estudios sobre el pueblo indio, se reconoce el aporte de los sacerdotes católicos en la historia y antropología, tales como los jesuitas Javier Albó y Josep Barnadas; la iglesia protestante no se ha quedado atrás. Hoy en día, existe toda una corriente de pensamiento sobre la filosofía andina en el ISEAT, de corte metodista, sorprendentemente, el único libro sobre de filosofía andina fue redactado por el misionero Josef Esterman.

 

 

Si bien puede hablarse de sincretismo, un auténtico sincretismo se expresa en el protestantismo, y quizá en el catolicismo puede ser calificado de yuxtaposición y apariencia.

La causa probable es que la creencia católica fue impuesta brutalmente, la protestante se asimiló más libremente. Pero, además, esta adhesión se explica por facilidades en la educación, acceso a ayuda y continuidad de la comunidad. (Spedding, 2004)

La fe protestante está muy cerca de los sectores pobres, que este contexto son los indios, a los cuales se beneficia con apoyo económico y alimenticio. Compassion y Vision Mundial son dos organizaciones dedicadas a esa labor hasta el día de hoy.

 

Pero la relación más importante está en la misma iglesia, donde todos son hermanos. “El migrante campesino encuentra una comunidad que se preocupa por él. Una comunidad que reemplaza a la comunidad indígena de origen.” (Spedding, 2004)

 

Todo lo escrito hace notar la diferencia entre la intención de los misioneros protestantes y la de los pastores locales, cosa que ha llevado al sincretismo y a la indianización.

 

Como se ha mencionado, la fe evangelista también ha repercutido en la formación política, aunque igualmente se halla prohibido por su doctrina, muchos dirigentes indios han salido y se han formado en sus filas.

Ya mencionamos el origen de algunos indianistas y kataristas, pero también debe mencionarse que muchos de los dirigentes de la Federación Tupaj Katari y, sobre todo, la Federación Bartolina Sisa, se han formado en liderazgo en las iglesias cristianas.

En la actualidad, todavía sigue siendo un semillero de liderazgos (Canessa, 2004)

Aunque el indianismo y el katarismo ya no estén vigentes como partidos políticos: ¿cuántos líderes indios se formaron en el seno cristiano; cuántos de ellos participaron en la política activa; la religión incide en la política y la política en la religión?

 

En la asamblea constituyente de 2007, Convergencia Nacional hizo alianza con las iglesias evangélicas, llevando a muchos pastores como candidatos, uno de ellos el pastor Cleto Pérez. Y en las elecciones de 2019 y 2020, el Pastor Chi Young Chung como candidato a la presidencia logró una expectativa y simpatía pronta.

 No se conoce cuál es la participación de protestantes en el oficialismo MAS. Pero, aunque poco visible, la preferencia política de la feligresía no está ausente, teniendo al

 MAS por sus ideas “progresistas e igualitaristas”.

 

Según el último censo, el 56.55 % de la población es católica, 36.45 % protestantes /evangélicos, 6.83 % de otra religión o culto de origen cristiano y 0.17 por ciento de otras religiones. Sumados esos 36 % a los 6%, tenemos un total de 43 % protestante en el país. No debería sorprender que en el siguiente censo la hegemonía católica sea socavada por el protestantismo. (Spedding, 2004)

 

Más considerando la proliferación del llamado pentecostalismo. Hacia el año 2000 se visibilizaron 3 corrientes locales de crecimiento proverbial: Ekklesia, Cristo viene y Poder de Dios. Y aunque es notable la diferencial racial y cultural entre las 3, finalmente con el paso de los años, se han visto colmadas de indios de diferentes clases sociales.

Hoy en día, Poder de Dios es probablemente la iglesia más grande en Bolivia, con sucursales incluso fuera del país. Todo ello gracias al discurso de prosperidad que cae muy bien en un país pobre como Bolivia.

 

 

Dos ejemplos de indianizacion de la religión

 

Tanto la fe católica y la protestante tuvieron acercamientos con el pueblo indio, como ya lo vimos, pero una cosa muy distinta es que se invierta la situación, donde el indio asuma estos espacios religiosos con una intención y convencimiento político.

 

Hasta el día de hoy tenemos sacerdotes católicos y pastores protestantes de origen indio.

 

En la fe católica, aunque se tiene participación local en su grey religiosa, todavía hay recelo, razón por la cual muchos sacerdotes, o quizá la mayoría, son de origen extranjero. Aunque hay un cardenal aymara: Toribio Ticona. A diferencia de esto, los evangélicos han logrado nacionalizar por completo su dirección religiosa, casi todos los jerarcas protestantes tienen origen Kolla.

 

En todo caso, finalmente, son sacerdotes y pastores que recrean y difunden la fe de otro contexto, aunque haya sincretismo involuntario. Y la falta a esta condición, implica restricciones severas. Sin embargo, todo cambia cuando el propósito es diferente en conjunto con la fe. La indianización de la fe cristiana parece dar un paso más de lo previsto con los siguientes ejemplos:

 

El pastor Raúl Choque pertenece a la denominación Los Amigos o Quaqueros, que data desde 1931 en el país. Al igual que su fe, su convicción política es clara.

Sus palabras son:

 

“Ser protestante es otra manera de ser indianista o katarista” (MINKA, 2019)

 

Nacido en la provincia Aroma, La Paz, se declara abiertamente aymara o Kolla y simpatiza de la misma forma con los movimientos indígenas y el nacionalismo Aymara.

 

A pesar de las restricciones de su dogma religioso ha participado en más de una actividad o debate político sobre la identidad. Y se ha vuelto en un promotor incansable sobre la relación entre religión y política.

 

El sacerdote Enrique Gonzales se halla en la fe católica. Nacido hacia 1969 en el norte de Argentina, actualmente dirige una parroquia en Jujuy.

A pesar de su doctrina, Gonzales se declara abiertamente kolla y apoya la causa de la liberación india.

Aparte de su participación en actividades políticas relacionadas con el propósito kolla, ejerce el sacerdocio de manera muy peculiar y sincrética.  Ha abierto las puertas de la iglesia para la práctica de las danzas y rituales. Y más todavía, ha introducido los rituales andinos en el mismo templo.

 

Ambos casos, Raúl y Enrique no son ejemplos del sacerdote o pastor indio, sino al contrario, son el ejemplo del indio pastor o sacerdote, cuya implicancia en enorme: una verdadera indianización.

No se sabe cuántos casos similares existan en todo nuestro contexto, sin embargo, la ruptura del propio dogma religioso por una causa política es digno de considerarse y abre muchas posibilidades.

 

Conclusiones

 

La influencia de la religión es de vital importancia en los pueblos indios, aunque, desde luego, muchas veces el apoyo cristiano se haya realizado en tono paternalista y con otras intenciones.

Seguidamente, entre las dos versiones de cristianismo, entre protestatismo y catolicismo, los evangélicos parecen tener una mejor relación con el pueblo kolla, generando con ello un verdadero sincretismo, distinto de la yuxtaposición católica.

 

Por esta misma relación, se ha producido una especie de inculturación y hasta aymarización de la fe protestante, desde lo más elemental hasta las direcciones de cada denominación.

En ese mismo camino, y aunque algo totalmente imprevisto, los dos últimos ejemplos se tornan en un paso hacia una fe cristiana, pero india, cuyas posibilidades aun no pueden vislumbrarse.

La identidad está imponiéndose a la fe, pudiendo claramente tener implicancias políticas notables. En este sentido, es que puede hablarse en un futuro no muy lejano de no solo hermanos bajo la misma piel, sino que también hermanos bajo el mismo proyecto político.

 

Pero finalmente cabe preguntar: ¿la fe cristiana puede ayudar al proceso de descolonización y liberación del pueblo Kolla?

 

Referencias bibliográficas

 

Gianotten V. (2006). CIPCA Y PODER INDÍGENA. CIPCA

Hurtado J. (1986). El KATARISMO. HISBOL

Lima C. (2021). El HONORABLE TERRORISTA. NINA KATARI

Portugal P. (2016). El indianismo katarista. FES.

Reinaga. F. (2014) MI VIDA. Fundación Fausto Reinaga

Spedding. A. (2004). Gracias a dios y a los achachilas. ISEAT-PLURAL

 



[1] Estudió comunicación y filosofía, y es precursor del nacionalismo Aymara (NA)