viernes, 2 de diciembre de 2016

Sobre las (im)posibilidades de diálogo entre Indianismo y Marxismo

Por: Pablo Velásquez Mamani[1]
Este breve escrito responde a la necesidad de aclarar algunas ideas vertidas en una entrevista en la ciudad de El Alto en el programa: la curva del diablo.

La actualidad
Se conoce bastante la práctica política de usurpación, impostura y la instrumentalización de lo indígena por parte de los “izquierdistas” del partido de gobierno MAS (Movimiento al Socialismo). Es decir, respectivamente, se pregona el supuesto de que éste es un gobierno indígena, pero  los espacios políticos jerárquicos de decisión se hallan en las manos de la misma casta colonial de siempre; se discursa para “auto-legitimación” que Evo Morales y la políticas del MAS son indígenas, siendo que por el contrario Morales es producto del sindicalismo campesino de militancia socialista y que las políticas efectivizadas corresponden  a un diseño combinado entre pretensiones de socialismo y liberalismo; y se reducen las demandas indígenas como mero ornamento folklórico o nominación sin tener ningún efecto real.
¿Y por qué sucede esto? Por qué gran parte de los políticos del MAS son “socialistas” y buscan la constitución del comunismo en el país -aunque a veces con un tono indigenizado como: socialismo comunitario- y por tanto el discurso de lo indígena, solo es útil para sus propósitos. Es decir, no representan, ni buscan la realización  de los  objetivos indígenas como la autodeterminación y liberación, distintos a los preceptos socialistas.
Esta práctica política desde luego que es reprochable, y con la que no se puede establecer ningún diálogo, pues es contraria a los intereses de las  naciones “indias”, a las que se adscriben tanto el indianismo y el katarismo.
Sin embargo, creemos  que existen razones más profundas a las circunstanciales que permitan, o no, las (im) posibilidades de diálogo entre indianismo y marxismo.
De principio, el diálogo con las diferentes ideologías políticas siempre es una posibilidad en toda sociedad abierta. La  sociedad indígena (específicamente la Aymara) es una sociedad también abierta, que  como cualquier otra cultura viva en el mundo, apropia elementos útiles para la mejora de su propia cultura (no solamente ideología); así como desecha otras, por el perjuicio que ocasionen.
En el mundo Aymara se hallarían  cualidades suficientes para generar interés en diferentes ideologías políticas. Así el marxismo por las clases populares; el anarquismo, por el propósito libertario; el (neo) liberalismo, por la capacidad de adaptabilidad y triunfo en un mundo actual de competencia mercantil; e incluso versiones New age, por las prácticas rituales y mágicas de la espiritualidad Aymara. Siguiendo esta idea, se presenta el dilema de si: tendremos que dividir la nación Aymara para entenderla por partes, o podremos entenderla en su conjunto. El indianismo y el katarismo coinciden con esta última razón.
De manera muy general, el indianismo y katarismo, con sus respectivos matices, plantean la cuestión de la nación irresoluta. Eso a causa del problema colonial que reconfigura toda la sociedad y sus construcciones. El colonialismo es la invasión de una nación a otra, a partir de la que se genera un proceso de dominación. Así mismo los sujetos políticos en contradicción son el colonizador y el colonizado, el blanco-mestizo y el indio Aymara.
Por tanto, lo que se busca es la soberanía política (autodeterminación) de la nación invadida (las naciones indígenas) y la finalidad de liberación que se complejizada en el devenir histórico-político.

La contrariedad histórica
Desde la aparición del marxismo en Bolivia, el desenvolvimiento político de los marxistas se ha caracterizado por una eminente negación de lo indígena.
 Las variantes de marxismo aplicaban la teoría simple y llanamente, sin ningún tipo de revisión o crítica de acuerdo al contexto social-político-cultural.
Así para los marxistas la cuestión más importante era (es) la lucha de clases; el sujeto “revolucionario” más importante, el proletariado; la finalidad política, el socialismo. Poco o nada se dice sobre el indígena, y el campesinado (eminentemente indígena en ese entonces) quedaba relegado como simplemente un apoyo secundario.
La tesis de Pulacayo de 1946 es una clara expresión de aquella perspectiva. El criterio base para la denostación  se debía  a que el campesinado poseía sus tierras, por tanto, era considerado como un “pequeño-burgués”. La asamblea popular de 1971, a pesar de sus pretensiones, no convoco ni se abrió a la discusión sobre la temática indígena, al contrario, se reavivaron discursos segregacionistas por parte de los representante “proletarios”.
La revolución nacional de 1952 que consideró al indígena- aunque para asimilarlo- a pesar de su influencia izquierdista, no puede calificarse de revolución socialista o proletaria, sino que fue, como lo dice su nombre, una revolución nacionalista ante todo, aunque solo del Estado oficial. 
Es decir, sencillamente, el marxismo y la izquierda estuvieron totalmente ajenos al mundo indígena.
Sin embargo, más allá del sesgo gnoseológico para comprender la sociedad, las corrientes políticas  marxistas padecían y repetían también las prácticas coloniales. El racismo, por ejemplo, es un flagelo insuperado hasta el día de hoy.  
Otro ejemplo ilustrativo, es que la COB (Central obrera boliviana, de fuerte influencia marxista) desde su inicio no admitió al campesinado en su dirección, a pesar de que el número del campesinado (indígena) era bastante mayor al proletariado (hasta el día de hoy). Y a causa de ello, el campesinado crea su propia organización de representación culminando en la fundación de la CSUTCB en 1979.  Valga la aclaración, fruto de la acción política del katarismo.
Esto no quiere decir que se pueda negar que el indianismo y el katarismo se vieran influenciados por la izquierda en sus inicios, pues era el discurso alternativo de entonces. De hecho, muchos de sus militantes fueron miembros de corrientes de izquierda para pasar luego al indianismo y katarismo. En esta disyuntiva  se puede entender los orígenes de concepciones como: “la revolución india”,el poder indio”, el “sindicalismo campesino”. No obstante, los  discursos y prácticas racistas y excluyentes de miembros de los partidos y organizaciones de la izquierda en Bolivia y, sobre todo, la falta de comprensión de la problemática indígena y la colonización, fueron  los motivos para abandonar el marxismo y engendrar una propia corriente política india basada en el antecedente histórico.
Históricamente desde los 60s y 70s el indianismo y el katarismo tuvieron diferencias políticas con la izquierda tradicional.  Es más, se denunciaba el actuar político de los izquierdistas, porque  tanto derecha e izquierda eran representantes de la misma casta colonial (y aún lo son). En otras palabras, las diferencias raciales eran muy marcadas, y los izquierdistas y derechistas compartían la misma procedencia blanco-mestiza (incluso compartían y comparten  lazos de familiaridad entre padres derechistas e hijos izquierdistas; pero los más importante, siempre detentores del poder) que actuaba en beneficio propio, negando a la mayoritaria indígena.
Esta primera contradicción se combinaba con la mentalidad  del colonialismo. Mismo que instauro una serie de conflictos, traumas y complejos entre los blancos-mestizos y los indios. La mentalidad subyacente era la negación de lo indio, y todo lo que provenga de él. La negación del otro, pero a la vez negación propia. Por tanto,  la xenofilia hacía que se siguieran modelos exógenos de difícil y fracasada aplicación. Así todo modelo político  externo era aceptable, menos uno basado en “lo propio” de estas tierras. Y la llegada del marxismo también se debe a esta mentalidad exógena que buscaba respuestas al país, fuera de él.  

Marx y los marxistas
Al tratar este asunto, es muy recurrente que para muchos marxistas el máximo argumento sea: “lo dijo Marx”.
Sin duda, una gran parte de la teoría marxista  ayuda a comprender grandes segmentos de la economía, sobre todo los referidos a la producción. También es bastante útil la categoría de alienación para tratar aspectos culturales y humanos a nivel abstracto.
Más allá de la utilidad referencial que tiene la teoría marxista (y que la tiene, como cualquier otra teoría), la interrogante correspondiente es  si tal teoría sirve para comprender los problemas más importantes de Bolivia.
Para desencanto de los simpatizantes de esta tendencia, Karl Marx  escribió casi nada al respecto. Lo único que produjo sobre algo parecido a la realidad  boliviana y colonial se halla en la correspondencia con Vera Zasulich acerca de la cuestión agraria y la comuna rural rusa en  1881. Misiva en la que Zasulich plantea con claridad sus consultas: “Una de dos: o bien esta comuna rural, libre de las exigencias desmesuradas del fisco, de los pagos a los señores de la administración arbitraria, es capaz de desarrollarse en la vía socialista, o sea de organizar poco a poco su producción  y su distribución  de los productos sobre las bases productivas, en cuyo caso el socialismo revolucionario debe sacrificar todas sus fuerzas a la manumisión de la comuna y a su desarrollo. O si, por el contrario, la comuna está destinada a perecer no queda al socialista, como tal, sino ponerse a hace cálculos, más o menos mal fundados, para averiguar dentro de cuantos decenios pasará la tierra del campesino ruso de las manos de este a las de la burguesía y dentro de cuantos siglos, quizá tendrá en capitalismo  en Rusia un desarrollo semejante al de Europa occidental.”[1]
Lo más importante  para nuestro análisis es parte de la respuesta de Marx al establecer la condición de la comuna rusa:
Rusia  no vive aislada del mundo moderno; tampoco es presa de un conquistador extranjero como en las indias orientales.”[2]
Para constancia, Marx reitera estas palabras por segunda vez páginas adelante:
“Es Rusia el único país europeo donde la comuna agrícola  se ha conservado en una escala nacional hasta hoy. No es la presa de un conquistador extranjero como en las indias orientales. Tampoco vive aislada del mundo moderno.”[3]
Marx hace esta diferenciación de la comuna rusa porque sus condiciones lo permiten. Pero esto muestra a su vez, que el propio Marx diferenciaba otras realidades distintas, con dos características identificadas; las colonias conquistadas por extranjeros y las sociedades desvinculadas del mundo moderno.
Precisamente, para la época de introducción del marxismo, Bolivia ha compartido la condición de las indias orientales, es decir igual que ésta, también ha sido presa del conquistador extranjero, y que además se halla desvinculada del mundo moderno, pues tenía-como hasta ahora-  una formación social feudal (colonial).
Es decir, Marx no produjo ningún escrito o teoría sobre las problemáticas coloniales y periféricas como las que Bolivia tiene hasta el día de hoy.  Se colige, porque estas condiciones como ser colonia, un país invadido, y la desvinculación de la modernidad, rediseñan la sociedad de tal manera que no puede interpretarse y ni aplicarse la misma teoría. Y, rebuscar palabras sueltas sobre lo nacional en los textos de Marx  no ayuda a la explicación o compresión de la cuestión.
En consecuencia, tenemos una reducida posibilidad de diálogo con Marx en tanto que problema nacional y colonial, pues se carece de un marco teórico correspondiente.
Este vacío teórico será llenado por los marxistas de diferentes maneras, pero siempre en consonancia con el discurso economicista marxista. Incluso, el compañero cercano, F. Engels, calificará a los pueblos que sufren el colonialismo como pueblos sin historia. Otros como Lenin y Stalin asumirán la plurinacionalidad como respuesta a problemas generados por la forzosa unidad (no muy diferente al multiculturalismo liberal) de la ex URSS.[4]
La izquierda leninista, stalinistas, maoístas, trotskista, guevaristas, etc. no comprendió nunca el problema nacional y colonial. De acuerdo a su perspectiva  la explicación pasaba por la conceptualización de la acumulación originaria y el materialismo histórico (usando teorías como la vía farmer y la vía junker para la primera, y las formaciones pre-capitalistas de la historia para la segunda), aunque estas no concordaran con la realidad. Pues la acumulación originaria nunca logró conseguirse, y   los excedentes simplemente eran (son) extraídos del país; la descampesinización tampoco podía ser entendida (por la vía farmer  o junker), pues el paso del campo a la ciudad (y sus consecuencias complejas) no solo implicaban la cuestión productiva, sino sustancialmente, identitaria y nacional; concluyentemente, no se generó una burguesía nacional.  Aspectos denunciados por la teoría de la colonización interna emitida por el Katarismo. En tanto, al “indefectible” materialismo histórico puede advertirse, sin mucho esfuerzo,  que  la formación social era difícilmente clasificable entre la secuela convencional de modos de producción (asiático, feudal, capitalista, socialista), por lo que se concibió con la denominación “desigual y combinado”, y más tarde, “abigarrado”. Sin embargo, “combinado” o “abigarrado” aporta muy poco a la comprensión del problema nacional y de identidad. Aspecto vehementemente reiterado por el indianismo.   
Es este el marxismo que llegó a este territorio.[5]

Algunos intentos de marxismo a la boliviana
En esta gama de behetrías, algunos marxistas intentaron adaptar la teoría en la “realidad boliviana”.
René Zavaleta pretendió conciliar el marxismo con la idea  nacional-popular.
Como creyente de la revolución nacional de 1952,  Zavaleta consideró la importancia de la cuestión nacional.  Y trato de darle respuesta. Los títulos de sus libros denotan esa intención: El Estado en América Latina, 50 años de historia. Bolivia el desarrollo de la conciencia nacional, Lo nacional-popular.
Es evidente que hay una preocupación al respecto; sin embargo, cuando efectúa el intento, por la fuerte influencia ideológica, recae en las interpretaciones clásicas.
Cuando Zavaleta explica la nación, invirtiendo el orden lógico de aparición, lo hace desde la constitución de un mercado interno y  las clases sociales[6]. Es más, incurre en la reducción y el enclasamiento prosaico y forzado“… razón por la que el nacionalismo  se ensambla en la noción de lucha de clases, noción que después por consiguiente, no se resuelve en la contradicción general entre opresores y oprimidos sino en la oposición y la lucha entre clases nacionales y las clases extranjeras.”[7]  “… el nacionalismo sin la lucha de clases, en la que se concreta vitalmente la disputa entre la Nación  y la Anti-nación, es una palabra y nada más, cuando no otra forma de alienación.”[8]
Cuando explica la formación social boliviana lo hace desde los momentos constitutivos, según él,  la guerra del pacifico 1879,  la guerra federal de 1899, y el culmen de nación en  la revolución nacional de 1952.[9]  Pero solo hace referencia al Estado e historia oficiales de los ciudadanos blancos y mestizos, el Estado que no es nación (curiosamente, el Estado que el mismo llamaba aparente).  Esto sin olvidar su irrenunciable postura de que la clase directora de la revolución y el cambio es el proletariado, sobre todo el minero. Y el determinismo socialista. “… no sólo es posible el socialismo en Bolivia si no que Bolivia será imposible sin el socialismo; es una necesidad de su existencia, sin cuyo cumplimiento la nación no podrá ser efectivamente la nación.”[10]
Las conceptualizaciones como: el Estado abigarrado,  lo señorial, lo nacional popular, entre las más reconocidas, que expresan paradojas y situaciones inexplicables, son pues manifestaciones de que sabía de la existencia de una problemática que no podía comprender, porque su talento intelectual quedaba obnubilado por su pasión ideológica que lo lleva de  nuevo al convencionalismo marxista.[11]
En consecuencia, palabras sobre lo indígena o colonial se hallan de manera muy reducida y superficial en sus escritos.
Al referirse al campesinado (indígena) incluso denota un tipo desdén: “El campesinado recibe una liberación por la que no lucha, por lo menos directamente. Es probable  que reducido como estaba a una existencia dispersa y marginal, siendo virtualmente un fellah, si la insurrección hubiera tomado por escenario el campo, el campesino hubiera tardado en incorporarse a la lucha revolucionaria y ésta habría estado sometida a mayores fracasos y retrocesos…”[12]
 Y es más, cuando sabe algo del katarismo, por su incomprensión de la cuestión nacional, simplemente lo descalifica:
“Consecuencia, la centralidad de lo indio, que era como un social darwinismo invertido
Era la resurrección del panaymarismo, un indigenismo-nos tememos- demasiado simple. Tamayo, con todo tratando de dar silogismos positivistas a su mesianismo exultante, fundó una escuela sin proponérselo: todo el aymarismo posterior, el katarismo, consiste en creer en sí mismo y eso es objetivo como etnocentrismo aunque sus explicaciones no lo fueran.”
Zavaleta era contemporáneo al indianismo y Katarismo, sin embargo sus ojos ideológicos marxistas no veían al Aymara, que en ese tiempo se manifestaban en acciones políticas bastante visibles. Esto quizá se debió  a la distancia considerable- geográfica y gnoseológica- desde la cual escribió, distancia que posteriormente vino a llamarse: “marxismo de escritorio”.
La política contemporánea y la decisiva participación indígena, sin duda, hubiesen dejado perplejo a Zavaleta, pero, como vimos, era algo impensable e inconcebible por el marxismo de la época.
Más tarde, otro marxista intentaría también el mismo acercamiento entre nación y clase, pero esta vez entre marxismo e indianismo. Álvaro García Linera   en 1980 presentaba un reconocimiento de las naciones indígenas de la siguiente manera:
“La fuerza del concepto de nación (o la nacionalidad tal como es usada por Lenin) agarra pues ante el curso histórico y revolucionario, la vitalidad, el derecho, la necesidad de Aymaras y Quiswas de tomar en sus manos la conducción de sus destinos, sin tutelaje alguno de pretendidas ‘naciones superiores’ o ‘clases superiores’”[13]

En esta ocasión  Qananchiri (pseudónimo de García) aparentemente llegó a reconocer la autodeterminación indígena. No obstante, tal ilusión desaparece cuando más allá de la simpatía verbal, los propósitos y principios se desconectan de esta pretensión.

García interpreta  al mundo Aymara  desde la “comunidad campesina”. Un modelo revolucionario, que se hallaba al margen del  Estado y del capitalismo, y por tanto, un modelo a seguir como “socialismo”.

Esas son las raíces del famoso “socialismo comunitario”. Uno de los ejes del “pachamamismo”, coincidente con la visión que tenían los “indigenistas” (que no eran indígenas) de principio de siglo XX. Los mismos que se basaban en interpretaciones románticas de la “comunidad campesina” para una proyección  idealizada. Concepción a  la cual indianistas y kataristas combatían por sus consecuencias negativas para la politización del indio. Y que además, como segunda coincidencia, también se intentaron aplicar por los nacionalismos criollo-mestizos, con la intención asimilatoria. Se quería la cultura del indio, pero no al indio.

La cuestión de comunidad campesina nos trae a discusión un elemento central en la disquisición ideológica entre marxismo e indianismo.  ¿Es el indio una clase social o una nación?
 De acuerdo a la descripción predicha, la clase social campesina es la representación de lo Aymara y Kechua, por lo que se colige la ecuación social, indígena igual a campesino. Este punto, no solo reduce una nación a una clase social, la campesina; sino que contradice el propósito de nación, la soberanía política.
La nación Aymara, dadas las circunstancias de evolución y adaptación cultural, no se queda en el campo, ni se dedica solo a la producción agrícola.  El concepto de nación sobrepasa al de la clase, sobre todo ante esta situación colonial. En consecuencia, el principio: comunidad campesina igual a nación Aymara kechua es una explicación contextual, pasajera y parcial.   
Tiempo después, en otro texto, García Linera reitera su intención  de “conciliar” indianismo y marxismo. [14]  Incluso, él mismo ha manifestado ser indianista y marxista a la vez.
A pesar de su intención y adscripción su relato sobre el indianismo y el katarismo tienen muchos sesgos y no corresponden a la realidad del desenvolvimiento de estas corrientes políticas. Confundiendo preceptos y propuestas indianistas con las kataristas; y  nominando  indianistas a aquellos que difícilmente podrían ser considerados como tales.
La pretensión de  “marxismo- indianismo” de García Linera poco tiene que ver con Fausto Reinaga o cualquier otra variante indianista, ni tampoco con alguna variante katarista. Es más, esta propuesta ni siquiera proviene o se asume desde la propia indianidad o aymaridad, sino tan solo de un “anhelo”, o en el peor de los casos, un artificio.  Ya que el indianismo es totalmente supeditado al marxismo, como se versa en adelante:
La “nueva izquierda letrada” debe guiar a los indios. “Si bien el indianismo actual tiene una creciente intelectualidad práctica  en los ámbitos de dirección de sindicatos, comunidades y federaciones agrarias y vecinales, el movimiento carece de una propia intelectualidad letrada y de horizontes más estratégicos. El grupo social indígena  que podría haber desempeñado se halla aún adormecido por el impacto de la cooptación general de cuadros indígenas por el Estado neoliberal en la década de los 90. Y curiosamente, son precisamente, parte de estos pequeños núcleos de marxistas críticos los que con mayor acuciosidad reflexiva  viene acompañando, registrando, y difundiendo este nuevo ciclo del horizonte indianista…”[15]
En este texto o en otros, no se menciona de manera directa quienes son los “marxistas críticos” de “acuciosidad reflexiva”  que difunden el  nuevo ciclo del horizonte indianista. Pero sin mucho esfuerzo, se infiere que: se trata del propio García Linera, y,  de una auto-justificación. En este mismo sentido, ha llegado al extremo de indicar que el MAS-IPSP es una “vertiente moderada del indianismo”.
Completado en “razonamiento” puede notarse el halito paternal marxista con lo indígena. Que bien podría traducirse sencillamente en la vieja idea “racista”, de que los indios no piensan, y los blanco-mestizos (intelectuales y marxistas) que sí piensan; deben guiarlos. Puede ser que esta conjetura provenga de la influencia  de Gramsci y su intelectual orgánico  y Bordieu y el tema simbólico. Sin embargo, como buena parte de las concepciones marxistas, aplicadas sin más no son pertinentes y hasta son contrarias al indio.
Por otra parte, es cuestionable la honestidad de esos “marxistas críticos”, pues, como es de conocimiento general, el MAS poco o nada tiene que ver con el indianismo, y los registros y difusión del horizonte indianista, las más de las veces, faltan a la verdad por diversas razones. Llegando incluso a la instrumentalización de lo indígena para sus propósitos.
A propósito de instrumentalización, irónicamente, la situación de grupo social indígena adormecido y cooptado, más que aplicarse al pasado neoliberal, se refleja  en la actual dirigencia “indígena” en el “socialismo comunitario”.
Por otro lado, la unificación del marxismo e indianismo, de acuerdo al autor,  debiera manifestarse en este Socialismo Comunitario.
“La acumulación primitiva permanente, que en distintos lugares del mundo está dando lugar a la emergencia de la luchas indígenas y agrarias que buscan resistir la expoliación  capitalista de su organización tradicional de vida, colocando a sus naciones frente a la situación de que para preservar sus estructuras comunitarias tienen que luchar por un comunitarismo ampliado y universalizante, lo que los lleva a convertirse en una fuerza productiva de la comunidad universal, del socialismo y del comunismo”[16]
En este párrafo,  no se encuentra ni un ápice de indianismo, al contrario, hay poca diferencia con el marxismo “primitivo”. Comunidad universal, socialismo, comunismo  y universalizante, “obrerización planetaria” parecen hacer regresión a una guerra fría pasada.
Pero además, las luchas indígenas  vinculadas inseparablemente a lo agrario para mantener “estructuras comunitarias”, visibilizan la concepción de reducir y condenar la nación Aymara a una clase campesina, otra vez.
El comunismo como finalidad, la participación condicionada de lo indígena como clase campesina agrícola, en definitiva no coincide con los preceptos indígenas indianistas, y menos kataristas.
A nombre de una coincidencia “comunitarista” el recurso indígena no  tiene otro uso  que el ornamental y metafórico. “Marx llamaba a esto la comunidad universal; otros le llaman el ayllu planetario; otros el vivir bien. No importa el nombre, sino el contenido de la comunitarización universal y total de todas las relaciones humanas y de los humanos con la naturaleza.” [17] Y qué es lo comunitario, sino lo “socialista”.[18] Idea que se repetirá una y otra vez. “…entonces nuestro socialismo es comunitario por su porvenir, pero también es comunitario por su raíz, por su ancestro. Porque venimos de lo comunitario ancestral de los pueblos indígenas, porque lo comunitario está latente en los grandes logros de la ciencia y la economía moderna, el futuro será, necesariamente, un tipo de socialismo comunitario nacional, continental y, a la larga, planetario.”[19]
Es muy dudable que las luchas indígenas, tanto las históricas como las coyunturales, establecieran algún propósito de búsqueda del socialismo. Creer o suponerlo (por si la tentación letrada actuara) es una práctica paternalista y patronal colonialista.
El argumento; es socialista porque es comunitario, y es comunitario porque es socialista, sin duda no nos dice nada, e incluso es un error de razonamiento.
La concepción de que lo indígena es comunitario, y lo comunitario es socialista, nos vuelve a traer las ideas románticas  e ideales del indigenismo, cuando fantaseaban relatos sobre el “socialismo inka”, etc.
Ahora bien, si por un lado el principio socialista predomina y determina todo, subsumiendo al indianismo para el propósito marxista; es decir que de marxismo se tiene todo y de indianismo casi nada; en la cuestión nacional tampoco existe aporte significativo.
“Mientras se identifican como bolivianos, es decir con la identidad nacional estatal, los indígenas poseen una identidad nacional compuesta; son bolivianos y además aymaras, quechuas, guaranis, etc. es decir, se identifican con la nación estatal y adicionalmente con la nación cultural indígena dentro de la nación estatal”[20]
No hay duda que está concepción asimilacionista de las naciones indígenas dentro la “nación estatal” es una versión antigua de los nacionalismo del MNR,  soterrando y negando toda posibilidad de autodeterminación y soberanía política que el indianismo y katarismo propugnan.
En síntesis,  el encuentro entre indianismo y marxismo es desatendido totalmente, pues no logran comprender el problema nacional y colonial; su práctica política actual  y su marco teórico recurre al convencional modelo político nacionalista mestizo de asimilación del 52 y retorna a la práctica de un marxismo “primitivo”.


Conclusión
El marxismo tanto histórica, teórica y pragmáticamente, no ha logrado establecer nexos de compresión  con el mundo indígena y lo nacional. Cuestiones que el indianismo y el katarismo asumieron como principios rectores. Este pues es el motivo de las (im) posibilidades de diálogo pretéritas y actuales.
En todo caso, esta pequeña aproximación sirva de apertura al debate  entre   indianismo y marxismo. Asunto que muchas veces se da por supuesto, no siéndolo así.




[1] Es miembro fundador del MINKA y militante indianista.



[1] Marx, Karl, F. Engels. Escritos sobre Rusia. El porvenir de la comuna rural rusa. Siglo XXI,  México. 1980.  pag. 21.
[2] Ibídem, pag. 32.
[3] Ibídem, pag. 37.
[4] Esto no quiere decir que no hubieron planteamientos en relación a la nación por parte de marxistas. Sin embargo, este asunto rebasa nuestro objetivo y este reducido espacio.
[5] Esto no quiere decir que marxistas no escribieran sobre la cuestión nacional.  Los escritos de Karl Kautsky y los austro-marxistas son prueba de ello. Pero este marxismo llegó escasamente a estas tierras.
[6] Zavaleta, René. Bolivia y el desarrollo dela conciencia nacional. Los amigos del Libro. Cochabamba-Bolivia. 1990
[7] Ibídem, pag. 79.
[8] Ibídem, pag. 99.
[9] Zavaleta, René. Lo nacional popular en Bolivia. Siglo XXI. México. 1986.
[10] René Zavaleta. Ob. cit. pag. 158.
[11] Zavaleta, René. Forma clase y forma multitud en el  proletariado minero en Bolivia. Siglo XXI. México. 1983.
[12] René Zavaleta. Ob. cit. pag. 69.
[13] Qananchiri. Crítica de la nación y la nación crítica naciente. 1989.
[14]  García, Álvaro. El desencuentro de dos razones revolucionarias. Indianismo y Marxismo. En: Cuadernos del pensamiento crítico Latinoamericano Nro 3. Buenos Aires. CLACSO. 2007
[15] Ibidem, pag. 11-12.
[16]García, Álvaro.  Socialismo Comunitario. Un horizonte de época. Vicepresidencia del Estado. Bolivia. 2015, pag. 10.
[17] Ibídem, pag. 54-55.
[18] Ibídem, pag. 54.
[19] Ibídem, pag. 57.
[20] García, Álvaro. Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad. Vicepresidencia del Estado. Bolivia. 2014.  pag.  68.

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